LIBRO TERCERO
Inflexión
I
Regresaba en sí tras un período agobiante,
en el que su conciencia no había encontrado presencia, mas su homónima había
recibido con gran agrado la descarga de energía que incurría, cada vez más
frecuente, sus largas jornadas de bacanales y orgías modernas disfrazadas en
pudorosos claustros donde todo lucía temperamentalmente sano hasta que los
hilos resplandecientes del líquido benevolente y traicionero que sosegaba el
alma y destruía el cuerpo, el elixir de Baco, llenaban su ser, desinhibiéndose
y entregándose completamente a sus deseos carnales.
En un hogar destruido con cimientos
derruidos se encontraba el cuerpo débil de Caroline, con el pelo enmarañado y
con el maquillaje corrido por las largas jornadas en que su cuerpo era el
templo de la lujuria.
- Despierta putica. Susurraron a su oído.
Unas breves imágenes advinieron a su mente, fuertes recuerdos de actos sexuales
descomunales que, hacía pocas horas habían sucedido, pasaban fugazmente ante
sus ojos.
A pesar de su avanzado embarazo, sus
muslos, enardecidos, denotaban un rastro de sangre, derramada entre los
furiosos entrares y salires de entes desconocidos a su ser. Tenía varias
lesiones en su espalda, lo que muy seguramente le impediría erguirse al
intentar soportar el peso de dos seres con su única existencia.
- Qué buena noche la que pasamos, ¿eh?,
Dijo Marion, bastante entusiasta.
Caroline continuaba sentada y adolorida,
intentó incorporarse dos veces, pero en ambas ocasiones cayó. Decidió entonces
apoyarse en una pared con el fin de incorporarse, sus manos se raspaban con la
superficie irregular de la pared, sus piernas temblaban.
Cuando finalmente estuvo de pie, se dio
cuenta que no sabía dónde estaba. Al salir de la casa notó que se encontraba
debajo de un gran puente vehicular, era una casa abandonada donde iban a parar
los indigentes quienes encontraban refugio entre las montañas de basura
agolpadas por doquier.
A pesar del aspecto de tan detestable
lugar, notó que el puente conectaba dos grandes costas en un río amplio y
calmo. – Siempre te gustó estar cerca a la costa, ¿no?, Pensó Ka mientras
divisaba un paisaje adornado por gaviotas y otros pájaros que danzaban bajo el
sol en busca de alimento.
Caroline se abrió camino entre los
desperdicios para rodear y subir el puente.
Era una ciudad pequeña, por lo que no le
tomaría demasiado regresar a casa, pero debido a su pesada carga, en constante
crecimiento, se veía obligada a detenerse en intervalos cortos, más por sus
ropas desjaretadas y su aspecto roñoso se veía incapaz de pedir el favor a
algún auto, que por allí pasase, que le llevara a los adentros de la ciudad.
Mientras caminaba bajo el sol picante y
abrumador reprendía a Marion por su comportamiento, pues a pesar que en un
tiempo le gustó salir y perder la decencia, ahora, estando embarazada, se
cuidaba en demasía, hasta que Marion lograba retomar conciencia para llevar a
cabo sus imprudentes jornadas de desenfreno autodestructivo.
En esta ocasión en particular, la ira de
Ka opacó la de Marion. Había ido muy lejos en sus hazañas y temía que su hijo
pudiera morir por el consumo de sustancias desconocidas. Por lo que le escarmentó
tan severamente que notó una ausencia casi total del tercer ser que habitaba
dentro de ella.
El sosiego de Marion oprobiaba el estado
anímico de Ka. Tal vez era dicho sosiego el cual finalmente le llevó a su
ausencia y enmudecimiento temporal.
Al llegar a casa no sintió presencia
alguna, aprovechó para bañarse rápidamente y cambiar sus ropas, pues desde que
David había recibido la noticia del embarazo le cuidaba como si fuese su hija,
con numerosas restricciones y reproches que desbordaban por doquier cuando sus
órdenes no eran acatadas.
A pesar de su sobreprotección, David, no
era cuidadoso con sus hábitos, continuaba hundido, dependiente de las drogas y
el alcohol, lo que Caroline ni se atrevía a mencionar, mientras que Marion sí
le recriminaba arduamente, llevándole, en algunos casos, hasta el extremo de la
ignominia.
Tenía ya 5 meses de embarazo, su abultado
abdomen se mecía con cada paso que daba, y su semblante irradiaba un aura
especial que sólo logran las mujeres en este estado. Se le veía generalmente
con una sonrisa añorante, siempre con sus brazos cerca de la criatura que
gestaba en su interior, le susurraba y le acariciaba cariñosamente para calmar
sus ratos de angustia en los que revoloteaba en su interior y pateaba las
paredes del útero.
El sol marcaba ya más del medio día, tal
vez eran las 2 o 3 de la tarde, no se podía saber a ciencia cierta, pues desde
que Caroline se enteró que estaba embarazada, el reloj de piso que se hallaba
cerca a la entrada de la casa, se había detenido.
Caroline aprovechó la relativa calma para
organizar un poco la casa, recogió todo el desorden de su habitación y de la
sala, pasó la escoba por todas las habitaciones, incluyendo la de David, donde
encontró un gran número de jeringas usadas, cucharas y encendedores, todo
recubierto por una gruesa capa de polvo y mugre, en tal medida que tuvo que
sacar una bolsa de basura llena hasta más de la mitad, únicamente de lo que
había recogido al barrer. Al terminar se dirigió a la habitación de Alexei,
donde cayó en un profundo sueño, recostada sobre la alfombra mullida y suave
que recubría el suelo de la habitación.
En su sueño que recapitulaba una etapa de
su vida con David, pudo visualizar cuando recién se mudó Caroline a esta casa,
cuando era un hogar. Su vida transcurría en un sinfín de azares, despilfarros y
una vanidad casi grosera, donde elegirían a sus amistades con el mismo dedo con
el que señalaban para erigir prejuicios sobre las personas que dejaban de lado,
obviándolas o excluyéndolas por no contar con los “requerimientos” necesarios
para siquiera socializar con ellos.
Estaban en una reunión con su grupo de
amistades “de élite”, con quienes usuaban embriagarse y drogarse, mientras
despotricaban de las clases bajas, de personas que conocían en común y que
aborrecían debido a su situación socioeconómica, tomando posiciones altivas y en
extremo despectivas.
Criticaban la forma en que “los ricos” (de
los que, irónicamente, no había ninguno presente), debían sostener toda la
carga que representaban las personas que no podían acceder a cosas tan simples
como educación o salud, quienes financiaban sus necesidades por medio de los
impuestos que pagaban los contribuyentes. Les llamaban mugrosos, parásitos,
sucios o tercermundistas, recayendo en un estereotipo xenofóbico que agraviaba
su ofensa, la cual era bien recibida por personas de esta calaña.
Era de madrugada y el efecto del alcohol y
la heroína, en casi todos los presentes, les impedía llevar una conversación
coherente y duradera; de sus buches inflados y testarudos emergían palabras
monosílabas seguidas por una breve logorrea que se desbordaba, finalmente, en
balbuceos inentendibles y un silencio sosegado.
A medida que se empezaban a espabilar,
cada asistente se incorporaba, asentía en forma de despedida y se marchaba sin
decir más, mientras los demás continuaban sumidos en su viaje interno, en busca
de algo que muy seguramente habían perdido y buscaban con desesperación; la
sensación de la primera vez que habían probado las drogas, dicha sensación
descrita como el mejor orgasmo sentido en vida, multiplicado por mil, el cual
era alcanzado en el momento que la sustancia se mezclaba con la sangre y
entraba en el torrente, siendo bombeada por todo el cuerpo, y que nunca jamás
volverían a sentir, por más que le buscaran.
Cuando finalmente David regresó en sí, se
vio sentado en su gran sofá, con Caroline a su lado, recostada en su hombro,
rodeados por algunas sillas y dos sillones vacíos. La luz del candelabro de la
sala le cegaba, su tono amarillento casi fosforescente le impedía la visión más
allá de los sillones que se encontraban delante de sí. Intentó incorporarse
pero al sentir el peso de Ka en su hombro, cayó de espaldas de nuevo al sillón,
lo que aturdió un poco a Caroline quien se había encontrado sumida en un sinfín
de pensamientos aleatorios, pero que dejó de lado al sentir el estruendo de la
humanidad de David al caer una tercera vez sobre el sillón.
- Muévete. Dijo David en un tono alto, rozando
lo grosero, a lo que Caroline acató instantáneamente.
Cuando estuvo incorporado, se giró para
besar a Ka, quien le tomó por la cara y con ansias mordía sus labios en un beso
apasionado.
David se separó un poco y le observó con
gran lascivia, lo que Caroline comprendió inmediatamente y le tomó de la mano
para llevarle hasta el cuarto donde se había instalado una cama grande,
esponjosa.
Aceleraron el paso, David observaba las
finas caderas y las nalgas, ni tan carentes de carne, bambolearse
hipnóticamente delante de él mientras subían las escaleras.
Estando ya en la habitación, la piel tersa
de Caroline se dio a la vista, cálida y frágil se desnudó con gran sensualidad,
mientras David observaba con deseo tan deleitante escena. Su pequeña blusa de
algodón dejó ver, primeramente, sus delicados hombros, blancos y suaves como la
nieve, entre besos y caricias continuó descendiendo, dejando al descubierto sus
brazos, delgados y firmes, a la par con dos lunas, adornadas por sus pequeños
pezones y lunares que recubrían sus senos, perfectamente redondeados, los
cuales no eran abundantes pero tampoco carentes y su abdomen delineado brotó
cubierto por sudor producto de la excitación momentánea.
Abrazó a David; él recorría su cuerpo con
besos, mordiscos y caricias, entretanto ella soltaba gemidos suaves, y su
respiración al compás, exhalaba un almizcle hirviente de erotismo. Empujó con
su brazo desnudo a David para que se apartase, quedando tendido en la cama.
Ella dio media vuelta y bajó sus jeans holgados permitiendo la agradable vista
de su desnudez, llevaba las bragas con encajes que David le había otorgado como
presente en una ocasión.
En una casa vecina se escuchaba la canción,
Summertime, de Janis Joplin en su disco compilatorio “Greatest Hits” de 1973, y
al ritmo de la música, se despojó de todo tejido superfluo que ocultase su sexo
húmedo y tibio, para regresar a los brazos de su amante, quien se había
desvestido en un frenesí afrodisíaco mientras los movimientos de tan
despampanante ser le robaban completamente su observar.
Los deseos se palpaban en el ambiente, al
penetrar por vez primera, Ka se estremeció y soltó un grito suave y placentero,
lo que enervó a David y prosiguió su movimiento repetitivo que le llevaría al
éxtasis del sexo. Sus cuerpos revoloteaban como una sola masa tendida en el
placer. A medida que continuaban, los alaridos y gemidos se hacían más
estridentes, hasta tal punto en que podrían ser audibles hasta a dos casas de
distancia.
Los amantes empedernidos saciaban su
apetito, casi llegando al clímax del acto. Caroline se hallaba acostada,
mientras que en su cima, David empujaba dentro de ella su ser, maquinalmente y
de vez en cuando se encorvaba para besar sus finos pechos como dos copas de
helado de la más dulce vainilla, mientras Ka cerraba sus ojos dejándose llevar
por el placer arrobante, pero justo antes de alcanzar el máximo placer, Ka
abrió sus ojos repentinamente y vio, por encima del cuerpo de David, una figura
sombría en la puerta.
Marion les observaba desde hacía ya un
tiempo y con sonrisa maléfica esperaba el momento en que fuese notada.
Hubo un grito de placer al unísono de
ambos seres, dos voces idénticas gritaron y David, todavía sin alcanzar su
placer, giró la vista hacia Marion y de un salto estuvo en el marco de la
puerta mientras el cuerpo de Caroline se retorcía entre espasmos producto de su
orgasmo.
Al girar la vista, Ka, pudo denotar el
terror en la mirada de David que apuntaba al punto de placer de Caroline. Vio
un rastro de sangre. Caroline en acto seguido bajó su mirada y observó cómo
desde su ombligo y su vagina brotaba un sinfín de pequeñas arañas negras,
recubiertas por un pelaje oscuro en su mayoría con patrones geométricos de
colores llamativos a lo largo de su opistosoma. Se retorció y empezó a
golpearles con gran desesperación y furia; lágrimas de sangre emanaban de sus
ojos y nariz, entretanto David, estupefacto, helado, no podía apartar la vista
de ella pero tampoco se veía en la capacidad siquiera de moverse y Marion reía
a carcajadas desde el marco de la puerta, junto a él.
Quejidos de amarga angustia eran
expulsados al aire, mientras los seres octópodos continuaban emergiendo de su
interior. Se lanzó al suelo y se revolcó en él, sin embargo, el flujo de
arácnidos no cesaba su camino desde el interior de Ka, más de repente sintió un
dolor profundo en su vientre. La mano de Alexei se asomó empujando la piel,
estirándola como si fuese de goma, buscando la escapatoria de su blanda
prisión. Presionaba con gran entusiasmo, empleando ambos brazos para esto, lo
que causaba una escena en extremo repulsiva y dolorosa.
Finalmente la piel del vientre empezó a
quebrarse, mientras Ka continuaba gimiendo de dolor, tendida ahora en el suelo.
Al aparecer un pequeño brazo de su vientre, totalmente cubierto de sangre,
Caroline perdió el conocimiento. Al abrir los ojos nuevamente despertaba en la
habitación de Alexei, acurrucada al lado de la cuna y acogiendo con ambos
brazos su barriga mientras acontecían pequeños espasmos involuntarios que le
mecían calmadamente.
Se incorporó atemorizada, se revisó por
doquier por rastros de sangre pero al no hallar nada retornó la calma,
lentamente, a su ser.
Las náuseas y el mareo le impedían
permanecer de pie a no ser que estuviese apoyada en algo, entretanto, David
recién regresaba a la casa, pues tras aquél episodio había llevado a Ka, todavía
inconciente a la habitación de Alexei.
Sonó la puerta cerrarse estruendosamente
seguido de fuertes pasos que golpeaban la madera hasta su santuario.
Caroline se hizo su camino hacia la salida
de la habitación de Alexei, se sostuvo un momento de la perilla, más al girarla
perdió el equilibrio y tuvo que recostarse en la puerta, lo que generó un
fuerte sonido el cual alertó dramáticamente a David quien bajó de su habitación
a toda prisa.
Buscó primero en la cocina, donde no encontró
nada más que platos sucios y desorden, continuó por la sala, y el baño. Todo se
encontraba tan monótono y lúgubre como de costumbre. El miedo empezó a recorrer
su cuerpo, la sensación de un frío intravenoso le recorrió el torrente
sanguíneo hasta llegar a su cerebro, donde el pánico tomó su lugar.
Al llegar al cuarto de Alexei notó una
sombra detrás de la puerta. Su frente, empapada de sudor, dejaba escurrir
pesadas gotas que caían a sus ojos y le cegaban momentáneamente. Se acercó con
sigilo y palpó la puerta, como si pudiese así inferir quién se encontraba del
otro lado.
- ¿Ka, eres tú?, Preguntó con voz
tensionada.
Hubo un corto silencio, mientras, tanto
David como Caroline, se encontraban apoyados en la puerta.
Cuando David se apartó un poco, la puerta
empezó a abrirse, sus ojos abiertos casi hasta el contorno de sus órbitas
punzaban en la puerta, con ansias de develar al ser que detrás de esta se
regocijaba.
Asomó primero una barriga inflada,
cubierta por un saco grisáceo, un poco desgastado.
David se contuvo y pasó saliva un poco más
relajado, más al emerger Caroline del interior de la habitación, no pudo
aguantar el peso de su carga y cayó estrepitosamente al suelo, a lo que David
reaccionó inmediatamente y se lanzó a su socorro.
Tras aquella escena David había quedado en
un estado de conciencia irregular, llegando a cuestionar su propia salud
mental.
El maltrato del ajetreo de la noche
anterior demostraba, ahora, sus repercusiones en totalidad; su espalda y
piernas no podían resistir más esfuerzo, por lo que tuvo que apoyarse
completamente en David para poder llegar y acomodarse en la cama.
La deshidratación y el mal estado en el
que se encontraba le sumieron en una alta fiebre, para cuando oscureció,
Caroline, deliraba entre sueños y sudaba en grandes cantidades, sin embargo,
David se había quedado dormido a su lado sin notar el malestar que aquejaba a
su compañera, quien cargaba con toda la significación de su existencia dentro
de sí.
Al llegar la madrugada, los quejidos de
Caroline despertaron a David, quien en seguida notó el mal estado en el que
ella se encontraba. Una gran mancha de sudor rebordeaba su cuerpo, extendiéndose
por más de la mitad del área de la cama, lo que le alteró en gran medida, y
corrió en seguida por recipientes con agua y paños húmedos para colocarle en la
frente con el fin de disminuir su fiebre.
Regresó a la habitación con todos los
implementos, Ka se encontraba ahora despierta, con la mirada fija en un punto
en el techo.
- No dejes que se lo lleve. Susurraba para
sí misma mientras algunas lágrimas recorrían los caminos que el sudor, al
recorrer su rostro, había trazado previamente.
Sus ropas estaban totalmente empapadas,
David optó por desnudarle y colocarle sobre una toalla extendida para luego
cubrirle con una cobija delgada, mientras ponía pañuelo tras pañuelo húmedo en
su frente, hasta que la alta temperatura le secaba del todo y se veía obligado
a remojarlo nuevamente.
Amaneció y el estado de Ka no mostraba
mejoría alguna, pero tampoco empeoraba, David, exhausto, la cargó hasta la tina
en donde había preparado un baño de agua tibia. Aletargada, observaba con
mirada perdida su entorno, no lograba concentrarse y un mareo apabullante
conducía su mente hacia un estado incontrolable, perdiendo noción de todo
cuanto a su alrededor pasase.
David le dejó tendida en la tina, el agua
cubría su cuerpo casi hasta sus hombros. Su cabeza recostada, entre sueños,
daba una impresión de paz momentánea, por lo que decidió salir de la habitación
y cambiar las sábanas de la habitación pues allí le volvería a acostar después
del baño.
Demoró casi veinte minutos, en los que no
escuchó mayor sonido que le pudiese alertar de lo que a continuación
acontecería.
Al retornar al baño notó que Caroline se
encontraba sumergida del todo. No sabía cuánto tiempo llevaba así, pero al
parecer se encontraba con sus ojos abiertos y una expresión sombría, macabra.
David se lanzó a su rescate, a lo que ella
se resistió, pero después de un breve forcejeo, logró sacarla de la tina y en
el suelo del baño se retorcía y maldecía con ira.
En un intento de taparle con una toalla
seca, se acercó sin mesura, acto del cual Marion sacó provecho, lanzándose a su
rostro con las uñas, desgarrando parte de su pómulo. Cuando vio recorrer la
sangre que bajaba por el rostro, su ser colapsó.
- ¿Qué putas te pasa?, Gritó iracundo. Me
estoy hartando de tu mierda, ¡siempre lo mismo! Si por lo menos fueras más consciente,
sabrías que estás así por irte de fiesta en fiesta como una puta vagabunda, en
busca de alcohol y drogas. No creas que no sé qué haces en esos antros, te he
visto con mis propios ojos, ¡y me duele! Pero al cargar con mi anhelado futuro
no soy capaz siquiera de reprocharte.
Caroline le observaba con desconsuelo
mientras David se disponía a continuar su largo sermón, por lo que se
incorporó, venciendo su mareo, y corrió tambaleándose hasta la habitación de
David, donde se encerró víctima del terror que le provocaba verle así.
Él le siguió con paso marchante, se acercó
a la puerta y tomó la perilla, más al intentar girarla notó que se había
encerrado con llave. Esto avivó más las llamas de su furia que parecía no tener
límites. Caroline, sentada en la cama de David, con las piernas recogidas,
esperaba con los ojos cerrados y una mueca de dolor el momento en que todo
empezara.
Sonó el primer golpe que sacudió la
puerta, entre los rayos de luz que se colaban, se veía el polvo desprendiéndose
de la misma con cada sacudida que sufría a causa de los fuertes golpes con los
que arremetía David.
- Sal a las buenas y todo irá bien, te lo
pido. Dijo con voz alterada, en un esfuerzo sobrehumano para contener su cólera.
Ka enmudeció, mordía sus labios mientras
sollozos sordos le aturdían.
Aconteció una calma repentina interrumpida
por un segundo golpe que resonó en toda la casa, haciendo vibrar el piso y las
ventanas.
- Te lo ruego, no me hagas entrar de esta
forma. Sabes cómo terminará este asunto.
- ¡Lárgate, no quiero saber de ti!
Respondió Caroline entre lamentos.
Golpeó una vez más la puerta. La madera
empezaba a crujir al ceder para abrirse forzadamente.
- ¡Maldito imbécil! ¿Por qué peleas tanto?
Si bien sabes que este hijo que cargamos ni siquiera es tuyo. Gritó finalmente
Marion. A decir verdad ni siquiera sé de quién es, hay tantos posibles padres
de este vástago que me sorprendería en realidad si llegase a ser tuyo.
David, cegado por lágrimas, se recostó en
la puerta, mientras pensamientos atravesaban fugaces por su mente, cada vez más
breves y centelleantes, dejaban una estela cognoscente en su dirección hacia el
exterior.
Una última patada con toda su fuerza
rompió el agujero donde se encontraba la perilla, saliendo a volar hasta debajo
de la cama donde Caroline se encontraba, entumida, asustada y mareada.
Al abrirse la puerta, Ka soltó un alarido,
y observó a David quien no se podía controlar debido a la ira que dominaba su
ser. Se encontraba de pie en el marco de la puerta, con ambas manos empuñadas
al punto que sus venas de los brazos se brotaban repulsivamente. Su ceño
fruncido con una expresión de odio puro dio paso a la siniestra imagen que se
apreciaba.
Entró dando pasos con intervalos lentos,
mientras más se acercaba a donde ella se encontraba, más agudos se hacían los
lamentos de Ka, quien se hallaba inmóvil, petrificada, en la misma posición en
la que había permanecido todo este tiempo.
Cuando estuvo al lado de la cama, su
mirada baja, inquina, se posaba sobre la existencia de Caroline, quien encontraba
imposible detener su llanto en ese instante.
Un golpe seco y en extremo sonoro calló
sus lamentos, la sangre de su boca empezó a fluir mientras el puño enardecido
quebraba el viento posterior al certero golpe que había encajado perfectamente
el rostro de Ka.
Le tomó del cabello y le arrastró consigo
mientras ella gritaba y gemía por su bienestar. Todavía le era imposible
sostenerse, por lo que sus piernas adoloridas revoloteaban a medida que
avanzaban lentamente hacia la habitación principal.
Al llegar allí, sus ojos, irritados por el
constante brote del noble líquido que expresaba su más terrible angustia,
lograron denotar a Marion, recostada contra la pared en la esquina de la
habitación.
- En algún momento se debía enterar, y
¿qué mejor momento que ahora?, Dijo entre carcajadas al ver cómo David
continuaba golpeando maquinalmente a Caroline, mientras ella no apartaba la
vista de Marion.
Finalmente vio sus puños totalmente
ensangrentados, y la cara desfigurada que desde hacía un buen rato le repetía
“basta”, tuvo un respiro suficiente para escupir dos o tres dientes que
emergieron dolorosamente de su boca.
Ya todo se encontraba en silencio.
- Maldita puta. Inquirió David con su ira
ya saciada, quien se disponía a dejar la habitación.
Antes de que pudiese colocar el primer pie
fuera, escuchó de repente un lamento irrefrenable, como algo que nunca hubiese
escuchado antes.
Al girar su mirada observó la cara,
totalmente ensangrentada y roída por la gran cantidad de golpes que con extrema
violencia fueron administrados, todavía capaz de expresar un terrible desespero
y miedo, al notar que un gran flujo de sangre emergía de su sexo.
David se alertó en gran medida. Su odio se
tornó en desesperación y culpa, mientras se acercaba a examinar, pero al notar
dicho acercamiento, Ka se apartó de él con gran temor, esquivando cualquier
contacto que pudiese tener con él.
Sin embargo no pudo continuar evadiéndole
al observar una pequeña araña descender del techo, la cual apenas se posó, una
gran hemorragia empezó a emerger desde su interior.
El cuerpo de Caroline, tintado por un rojo
ferroso aparentaba un aspecto macabro, al no ser posible divisar siquiera una
pulgada de piel sin estar cubierta por sangre.
Al lado de Marion, el cuerpo de Caroline
se doblaba en inflexiones abruptas mientras alucinaba estar totalmente cubierta
por arañas por lo que se retorcía y aruñaba frenéticamente. En un determinado
instante, sintió una carga infinitamente pesada abandonarle. David observaba
con pánico inconmensurable mientras el feto inconcluso emergía a borbotones del
interior de Ka.
La mano de Marion acariciaba la cabeza de
Caroline, mientras David tomaba al feto entre sus brazos, le mecía con ternura
y las lágrimas inundaban su rostro.
- Eres un puto idiota, ése hijo era tuyo.
Dijo Caroline antes de perder el conocimiento.
…
Ka fue trasladada al hospital más cercano
donde su agravada condición desataría un proceso judicial contra David, a lo
que ella rehusó presentar cargos en el momento en que recuperó su completa
lucidez.
Su evolución fue lenta, afortunadamente no
tuvieron que llevar a cabo cirugías faciales reconstructivas, pues no se vieron
afectados los rasgos estéticos fundamentales de su ser.
El diagnóstico final indicaba un aparente
aborto espontáneo, completo, causado por la muerte previa del feto debido a la
alta fiebre sufrida por Caroline.
Se tomó como probable la alucinación de un
ente externo debido a los delirios propios de la fiebre, sin embargo, en un
examen posterior por parte del área de psiquiatría dictaminó que Ka sufría de
un trastorno de personalidad disociativa, por lo que debería ser internada en
un hospital psiquiátrico cuando su condición física mejorase.