jueves, 6 de agosto de 2015

Capítulo VIII (II)

II

Después de salir del hospital donde estuvo internada por un mes, Caroline se encontraba ahora en un pequeño automóvil rentado, acompañada por David, quien iba conduciendo, mas su apariencia demostraba una pesadez incontenible, su rostro se adornaba con ojeras de dimensiones ridículas, sus facciones se hallaban bastante demacradas y su mirada era apagada por la tristeza que recaía en sí como un pesado lastre llevado a cuestas.

La carretera por la que transitaban tomaba rumbo hacia las afueras de la ciudad.

- ¿A dónde vamos?, Preguntó Caroline, algo inquieta.

David continuó mudo, sumido en un mar de pensamientos e ideas inconexas entre las que buscaba explicación alguna para lo que estaba aconteciendo en su vida.

- ¿¡A dónde mierda me llevas!?, Cuestionó, ahora, Marion, con una ira incontenible y voz desfigurada, a lo que David respondió con una mirada colérica, llena de desesperación.

Continuaron el camino en silencio, se veía campo abierto, grandes planicies adornadas por plantaciones de infinitos colores que empezaban a florecer, pues se encontraban en plena primavera.

Finalmente llegaron, había una reja grande y un camino largo hasta la entrada principal, donde se leía la inscripción en letras un poco tétricas “Hospital Psiquiátrico Julio Manrique”.

Al ver esto, Caroline volteó a mirar a David, sus lágrimas corrieron por su rostro y preguntó. – ¿Es esto lo que realmente quieres?

- La verdad, ya no sé qué quiero, pues con lo ocurrido, si te soy sincero, he perdido toda voluntad de vivir, no quiero que me veas en este nefasto estado, pero sí quiero que mejores, es por eso que hago esto. Dijo David, sin tener la fuerza para poder verle a los ojos.

- ¿Por qué no te internas conmigo?, Cuestionó Caroline de súbito, pues tenía presente, y más que nadie, las graves aflicciones que dicho suceso habían provocado en David; conocía sus vicios los cuales también podrían ser tratados en dicha institución.

Aparcaron el auto frente a la entrada principal.

- No hagas esto más difícil, suplicó. Vendré a visitarte, te lo prometo.

- ¿Y de qué sirven tus putas promesas si sabes bien que serás incapaz de cumplirlas?, Replicó Marion con una sonrisa angustiosa y maquiavélica.

David bajó del automóvil y entró en la institución mientras Caroline le esperaba derrotada y sumida con gran melancolía.

Tardó entre 10 a 15 minutos en volver a salir, esta vez, acompañado por dos enormes señores, vestidos de blanco, calvos y de tez negra, quienes la condujeron bruscamente hacia la entrada de dicho claustro a pesar de que ella no oponía resistencia alguna.

Antes de ingresar, Caroline se volteó y observó a David, quien se encontraba ya con el carro encendido y con la ventana baja. – Me visitarás, ¿verdad?, Gritó entre sollozos. David asintió con gran desconsuelo más al haber perdido de vista a esta mujer tras las puertas del encierro, se marchó entre pensamientos aleatorios pero con un sufrimiento que se prolongaría durante mucho tiempo y sólo las drogas y el alcohol le permitirían huir de su pesarosa realidad.


Estando ya en este asilo, Caroline ingresó mediante un proceso vulgar y denigrante, le bañaron con una manguera que escupía agua a presión casi insoportable mientras ella, desnuda, contra la pared, batía sus brazos para evitar que el golpe del líquido le lastimase.

Posteriormente pasó por revisión general, donde se sintió infinitamente vulnerada, llegando casi al extremo de la violación.

Cuando estuvo en la valoración conoció finalmente al doctor de planta, un hombre alto, anciano, con el pellejo de su cara escurrido, lo cual le proporcionaba un aspecto similar al de un sabueso. Su voz era grave y demandante, emergía de pequeñísimos labios en extremo rígidos demostrando una seriedad casi maligna.

- ¡Qué mierda más tétrica dónde me has metido! Pensó con ira.

A su lado se encontraba un hombre de aspecto algo más amigable, aunque cabe resaltar que en esa situación hasta un enorme tiburón blanco hubiese parecido más amigable que el doctor de planta. Al menos su aspecto no era tan amenazador como el otro doctor, era extranjero. Su nombre era Alfred Woodcock. Era de mediana estatura, con una cara redonda y monomaníaca, en la cual portaba una sonrisa leve.

– Él será de ahora en adelante el nuevo especialista y quien se encargará de llevar a cabo su tratamiento. Dijo de forma seca el doctor de planta.

Woodcock no apartaba su mirada de Caroline, pues le habían hablado a grandes rasgos de su condición y el campo pertenecía al objeto de estudio con el que pretendía lograr reconocidos méritos.


Después de una breve entrevista con los doctores, Woodcock le abordó y procedió a darle un recorrido por la institución, conociendo otros pacientes y pabellones, los cuales eran totalmente idénticos, sólo cambiaban las personas que dentro de estos se encontraban. Todos tenían un olor penetrante por los químicos usados para la desinfección y limpieza que se realizaba cada mañana.

Recorrieron el ala este primeramente, donde se encontraban los pabellones donde residían los pacientes con enfermedades degenerativas o congénitas como el Alzheimer, Parkinson y Huntington entre otros, también allí se encontraba, algo escondida, la sala de terapias por electrochoques, desde el pasillo que conducía a la sala se notaba un cambio, tanto el suelo como las paredes eran en adoquines de cerámica de colores verdosos y blancos, Ka sintió un breve escalofrío al pasar por allí.

Hicieron una parada en el comedor, todavía no era la hora del almuerzo por lo que sólo echaron un breve vistazo. Posteriormente salieron a los campos de la institución. Era un área bastante grande pero, de igual forma, bien vigilada. Habían canchas para practicar deportes, mesas de ajedrez, sillas, árboles y flores por doquier. Ka instintivamente se fijó en un camino cubierto por árboles altos que llevaban en una senda hacia un montículo cuya cima se despejaba, dejando entrar un poco de sol en un escenario adorable.

Continuaron con el recorrido, pasaron por una enorme biblioteca, que se encontraba antes de llegar al ala este de la institución. Estaba muy bien adornada, con pisos en madera y estanterías repletas de literatura universal y médica. Eran dos pisos, con un diseño clásico bastante agradable, a pesar de esto, sólo seleccionados pacientes, aparte de todo el personal médico, podían acceder a esta gran bóveda de conocimiento.

Finalmente llegaron al ala este, donde residiría Caroline. En esta sección se hallaban los pacientes cuyas enfermedades eran un poco más tratables que las de otros pabellones: autismo, desórdenes, manías, síndrome de Asperger, entre otros.

La habitación donde instalarían a Ka era una de esas habitaciones totalmente acolchadas, en un estado algo desgastado pues algunas partes presentaban daños debido a que previos pacientes, en sus delirios, arrancaban pedazos de espuma y la podredumbre acompañante de los desechos del cuerpo se encargaban de terminar de corroer estos espacios que quedaban al descubierto.

El hedor era insoportable, habían tres personas con trajes blancos realizando la limpieza para que la alcoba quedara en condiciones, al menos, habitables.

Woodcock se disculpó por el estado del aposento, argumentó que el día anterior habían sacado de allí a una paciente con graves desórdenes del comportamiento, lo que le generaban ataques de ira y emprendía daños contra cualquier ser u objeto que se pasase por el frente, inclusive se auto flagelaba y esta fue la causa de su abducción, puesto que sus heridas auto infringidas eran lo suficientemente graves como para verse obligados a trasladarle a un hospital.

Allí presentaron a Ka con los pacientes con quienes residiría por tiempo indefinido.

La primera en recibir presentación fue Elissa, una mujer caucásica de mediana estatura, un poco regordeta y de expresión jovial. Una sonrisa enmarcaba a toda hora el cuadro de su rostro y sus ojos seguían cuanto movimiento pudiesen captar, como si estuviese en un estado de alerta eufórica en todo momento. Era de cabello castaño, crespo, casi inamovible por su enmarañada contextura, su expresión corporal daba a entenderle como una persona angustiosa e impaciente, sus manos no cesaban de moverse de un lado a otro, y seguían las palabras con gestos que apoyaban su retórica, un poco precipitada.

Luego vino Jorge, un paciente con un autismo severo, era de tez morena ojos negros y profundos, de facciones suaves e inexpresivas. Muy pocas palabras salían de su boca, más su mirada, algo enternecedora, gritaba heridamente buscando la comprensión. Era alto, con grandes manos y uñas carcomidas hasta la raíz. Su vista se perdía en todo momento, esquivaba el contacto, más cuando sus ojos se posaban en un determinado objeto o ser, era casi imposible hacerle retomar conversación.

Sin embargo, se mostraba mucho más enfocado en compañía de Natasia, a quien proclamaba como su “hermana” y en quien encontraba un regocijo anormal.

Natasia era una mujer que había nacido sin los sentidos del habla, la escucha ni la vista, lo que le permitía una percepción trascendentalmente distinta de la realidad, pues su incomunicación con el mundo exterior le permitiría desarrollar aspectos del fuero interno que ningún otro ser hubiese podido desplegar, no obstante, su limitación también era un factor a tener en cuenta, ya que le era mucho más difícil la asimilación de conceptos, ya fueran sencillos o complejos, debido a la misma.

De por sí, Natasia pudo comprender las letras y los números en su totalidad a la edad de 18 años y desde entonces había estado intentando leer en braille, pero todavía se le dificultaba bastante. Era en extremo bella, de facciones suaves, pulidas, de tez blanquecina y mediana estatura. Sus ojos color gris verdoso destellaban a pesar de ser tan inservibles como dos perlas cuyo único objetivo es puramente ornamental. Su cabello era crespo, rubio, cascadas de oro que se desbordaban sobre sus finos hombros y daban contra sus firmes pechos, algo pequeños, y perfectamente redondeados. Se le veía sonreír poco, pero cuando lo hacía, destellaban hileras de dientes perfectamente blancos y enfilados, que irradiaban una sensación más allá de la alegría.

Finalmente, por allí pasó John. Era un ser enigmático, introvertido hasta el absurdo, de mirada esquiva y sonrisa nerviosa. Su postura le demostraba como si se enclaustrase en sí mismo, con una joroba que cargaba su retraimiento, enroscándose sobre sí, con las manos siempre juntas y en movimiento. Era totalmente calvo con cicatrices, algunas profundas, otras todavía frescas, que se generaban tras lesionar su piel  con las uñas. Su boca, muy pequeña, susurraba a sus manos palabras irreconocibles e ininterrumpidas, lo que le daba un último toque macabro a este hombre.

- Padece esquizofrenia neurodegenerativa. Apuntó Woodcock al notar la pesadumbre de Caroline al haberse marchado John.

Caroline le observó brevemente, mientras su mueca continuaba inamovible.

- He de irme, instálate en esta habitación. Vendré a visitarte en los próximos días.

Ka, sin apartar su mirada asintió y continuó, meditabunda, evaluando su situación.


La primera noche llegó, Ka veía su situación como un absurdo inconcebible que muy seguramente sería un sueño, bastante lúcido, por cierto, pero que en algún momento debería despertar.

Más la triste realidad es que esto no era un sueño ni una alucinación de percepción tergiversada, Caroline (y Marion) se encontraban enclaustradas en este hospital y el primer paso que deberían dar era la aceptación de su situación.

Con premura se acostaron y buscaron conciliar el sueño, aunque no vino sino hasta después de varias horas de maquinaciones frenéticas y espera sin sentido; de revuelos mentales y emocionales que darían paso a una conclusión “Si en la mañana despierto aquí mismo, sabré que no es un sueño y que estaré obligada a sobrevivir en este medio, por más abrumador que me parezca”.

Sus ojos finalmente se cerraron y durmieron con sueño intranquilo.


Era Viernes, el frío de la mañana despertó a Marion, estaba  lloviendo, su cuerpo reposaba contorsionado debido a la tensión de saber y aceptar, desde la noche anterior, inconscientemente, que despertaría en el mismo lugar y situación.

La resignación desoladora abatió su ser, dejándose tendida en la misma posición en la que se había despertado durante toda la mañana, ni siquiera asistió al desayuno y antes de dar la hora del almuerzo a su cuarto entró Jorge quien notó el cambio en la mirada la cual denotaba la presencia de Marion.

- ¿Quién eres?, Preguntó Jorge.

Marion le observó descargando su ira en una única mirada.

- Sabes que no me puedes matar a punta de miradas, ¿cierto?, Dijo con algo de ironía, lo que enardeció aún más la ira de Marion.

- ¿Qué quieres?, Finalmente respondió Marion con voz demandante, pero Jorge permanecía inmutado y su mirada había quedado fija en un punto en el vacío de la habitación.

- ¿Qué puta mierda pasa?, Pensó Marion.

Se incorporó y se acercó a Jorge, su mirada no se despegaba del sitio donde se había postrado, Marion intentó observar con curiosidad lo que tanto atraía la atención de Jorge, pero al no denotar algo fuera de lo normal optó por bloquear su campo de visión entrometiéndose entre Jorge y su punto de enfoque, pero al estar allí, frente a Jorge no pudo percibir ni el más mínimo cambio en su expresión.

- Jorge no está. Dijo Elissa mientras se asomaba por el espacio que dejaba la puerta entreabierta.

Marion le observó interrogativa.

- Ocurre que por su autismo, él pierde el hilo de ideas y cuando logra enfocarse en una cosa específica, puede pasar horas en esto, antes de que vuelva a retomar una idea previa, si es que la retoma.

Pasaron varios minutos en silencio.

- ¿Vamos a almorzar?, Preguntó Elissa, algo tímida, todavía refugiándose parcialmente tras la puerta.
Marion, cavilosa, asintió levemente, pues a pesar de que no sentía apetito alguno, sabía que había pasado casi todo un día sin probar bocado.

- ¿Y Jorge?, Preguntó antes de disponerse a salir de su habitación.

- Estará bien, muy seguramente regresará en un rato.

Le observaron una última vez y se dirigieron al comedor.

Mientras hacían la fila para recibir su alimento, Elissa le dio ciertos consejos a cerca de la comida de este lugar.

- Lo único confiable de esta cafetería son las verduras, pues son cultivadas aquí mismo, en un invernadero que se encuentra situado en los límites de los terrenos de la institución. De resto debes procurar evitar las carnes y bebidas de este sitio, pues existen rumores, como en todo lugar, a cerca de la procedencia de estos.

Marion le observaba algo incrédula, sin embargo escuchaba todo lo que le decían con algo de curiosidad.

Pasaron con sus bandejas, les sirvieron frijoles guisados, un pedazo de carne descolorida, con un aroma bastante fuerte, y ambas pidieron agua para tomar.

Mientras les servían, Elissa no apartaba su mirada de la cara de Marion quien evaluaba milimétricamente el alimento servido.

- He tenido que comer peores cosas, pensó.

Se sentaron a la mesa y la carne estaba asquerosamente adobada, con un exceso de condimentos que no permitían siquiera apreciar sabor alguno. Marion empezó a toser por el extraño sabor, tomó el vaso de agua de un solo trago y corrió hacia su recámara sin probar más.

Pasó de largo corriendo, sin apartar la vista del suelo, por la salida a los campos y por la biblioteca, al llegar al corredor donde se hallaba su habitación corrió a través de éste pero se equivocó por dos puertas y entró a una habitación en extremo oscura, con las paredes corroídas con tonos ocre procedentes del desgaste y la suciedad, donde se veía un ser inerte en una esquina. Sus ojos brillaban con un color amarillento y el aire que exhalaba, se veía en la penumbra, como vapor hirviendo que emergía de sus fauces, de repente, alzó su brazo, totalmente negro, cubierto por lo que parecía una capa de brea que supuraba de llagas y ampollas cuya presencia daban un aspecto más que grotesco. Sus dedos, que en las puntas cargaban con uñas en extremo largas y afiladas, señalaron la habitación del frente.

Marion, estupefacta, no pudo apartar su vista de tan extravagante ser, todo estuvo en una tensa quietud, más este ser no bajaba su brazo ni cambiaba de dirección su señalar, a donde también apuntaban sus ojos fosforescentes medianamente cubiertos por cabellos lacios, en extremo sucios y grasientos. Su respirar se tornó más agitado y el vapor llenaba cada vez más la oscura habitación, hasta el punto en que se empezaba a perder la visibilidad.

Pasaron varios minutos inmóviles.

En un momento de decisión, Marion giró a ver qué era lo que señalaba dicha criatura, y al girar su cabeza pudo observar a Jorge dibujando frenéticamente sobre las paredes de su habitación, el aire se tornó más denso pero al regresar su mirada, vio todo lúcido e impecable, la luz entraba por la ventana y habían algunos lápices de colores y hojas de papel regadas en el suelo, justo donde caía el sol.

Detalló todo con una profunda extrañeza, más al no divisar nada fuera de lo normal, se dirigió hacia donde se encontraba Jorge.

Al entrar a la habitación, notó que todas las paredes estaban rayadas; habían pocos dibujos y escritos legibles, la mayoría eran dibujos sobre dibujos y escritos sobre escritos, todo envuelto en una mescolanza inentendible, o tal vez entendible únicamente para quien los hubiese realizado.

Jorge continuaba dibujando formas circulares, a pesar de que ya había un gran círculo enteramente negro y perfectamente redondo. Marion se acercó un poco para divisar más de cerca a Jorge y de repente él giró su mirada hacia la habitación de donde Marion provenía. Regresó su mirada y continuó retiñiendo el círculo, mientras susurraba palabras inaudibles y su dibujar se tornaba desesperado, como si buscase hallar algo al fondo de un agujero, algo que le sacase del tormento.

El sudor empezó a correr por la frente de Jorge a medida que se aceleraba más y más en su dibujar, la temperatura del ambiente aumentó drásticamente, hasta tal punto en que Marion encontró dificultoso respirar. De repente, la mirada enajenada de Jorge vislumbró un terror inconmensurable, su expresión ya no era serena, y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, Marion, sofocada, se acercó a él y pudo escuchar entre su palabrerío “-Ayúdame”.

Jorge se detuvo.

Largas uñas atravesaron la pared por donde el gran círculo se hallaba dibujado, se sostuvieron de los bordes y el ser anteriormente descrito emergió lentamente, mientras los que allí se encontraban veían estupefactos tan contundente aparición.

 Sus ojos fulguraban, ahora, más que en la anterior ocasión, tendió sus brazos y tomando a Jorge por el cuello, con el cuerpo a medio emerger de la pared, empezó a acariciarle la cabeza mientras halaba a esta persona. Marion no creía las visiones que sus ojos le mostraban, intentó apartarlos, más no logró evitar que este ser extraordinario tomara a Jorge y le sumergiera entre los confines irreconocibles de donde provenía.

Tras haber sido arrastrado casi en su totalidad dentro del agujero, Marion tomó a Jorge por las rodillas e intentó sujetarle con todas sus fuerzas, gritaba y gemía por ayuda pero nadie acudía a su amparo. Cuando sólo quedaban las pantorrillas, Marion sufrió un desliz que le dejó tumbada en el piso y con un zapato de Jorge en la mano. De frente, veía el agujero, ahora completamente inerte y bidimensional. Jorge había desaparecido y una preocupación paranoica invadió a Marion.

Sabía que no podía contar a nadie lo ocurrido, pues nadie le creería.

Corrió hacia su habitación y estuvo allí inmóvil, maquinando, inventando posibles explicaciones que albergasen lo recién acontecido, más no pudo dar con algo lo suficientemente cuerdo como para sustentar dicha experiencia.

Se retorcía en una esquina del cuarto, intentando observar todas las demás esquinas al mismo tiempo, pues temía por su vida, había visto a este ser llevarse a Jorge y muy posiblemente ella sería la siguiente, o eso pensaba. Estuvo en este estado hasta la madrugada donde el cansancio físico y psicológico le llevaron a la pérdida del conocimiento, desmayándose en la misma posición en la que se encontraba.


Elissa fue llevada a un pequeño recorrido, el cual realizaban una vez al año con ciertos pacientes, durante un fin de semana completo. La preocupación de Marion era tan notoria que en el momento que retomó Caroline, supo instantáneamente que algo bastante grave había acontecido. Marion compartió algunas de las extravagantes visiones, y Caroline, víctima de la estupefacción, se enclaustró en sí misma, evitando al máximo el contacto con cualquier ser viviente que le rodease.

Tuvieron que llevarla casi a la fuerza hasta el comedor, porque no había casi almorzado el día anterior ni había siquiera asistido a la hora de la cena.

Tomó el desayuno sin prestarle mayor atención a lo que ingería, pues su mirada se encontraba en múltiples puntos a la vez, sosegando el frenesí que le causaba pensar que algo podría pasar, más antes de poder terminar, se escuchó un gran alboroto.

Se vieron pasar varios ayudantes con una camilla y equipo de reanimación hacia el ala oeste.

Caroline presintió lo peor. Se incorporó y corrió hacia donde vio pasar las camillas, unas pocas personas le siguieron.

Al llegar al ala oeste de la institución, Caroline empezó a buscar, pasó por la sala de electrochoques y por el pabellón sin encontrar acontecimiento alguno, más al salir del pabellón notó un ruido proveniente de las duchas.

Se acercó con sigilo a las duchas de hombres y allí vio a dos personas de espalda vestidos de blanco, eran buitres. En el suelo, al lado de las escaleras, yacía Jorge desnudo e inmóvil.

- ¿Cómo ha pasado?, Cuestionó uno de los buitres.

- Al parecer resbaló y cayó de espaldas contra la escalera, tiene múltiples fracturas en la columna y el cuello. Murió instantáneamente.

Al escuchar esto, Caroline no se pudo contener, lanzó una mano a su boca e hizo un leve gemido y sollozó lo más silenciosamente posible para no ser escuchada, pues debía esperar el momento oportuno para poder observar el contorno de su cuello, por si tenía marcas de los brazos del ser que le había raptado el día anterior. Pero al ver por entre un claro mientras que uno de los buitres se adentró un poco en el baño para sacar de su maletín una sábana blanca, pudo observar con detenimiento que sobre su torso y cuello no había marca alguna.

- Malditasea, estás alucinando Marion, retoma la compostura. Pensó Caroline desde su tristeza.

Estuvo de pie junto a la puerta, angustiosa, intentando resolver el por qué Marion había visto esa figura mórbida raptando a Jorge.

Finalmente optó por preguntar si habían visto a Jorge el día anterior después del almuerzo, a lo que muchos respondieron negativamente, generando más misterio alrededor del asunto. Se entrevistó con varias personas que le repetían esta negativa, lo que generaba en ella a cada respuesta más desconsuelo e incertidumbre, pero al llegar donde se encontraba Natasia, le preguntó a cerca de Jorge, ella asintió y le hizo entender que él había estado con ella un rato en la tarde y que luego iba al montículo en el campo de la institución, pues allí encontraba un sitio específico para abstraerse del todo. Esto le tranquilizó un poco e inquirió sobre una posible esquizofrenia por parte de Marion, pues el choque de encontrarse en tal lugar, había causado graves repercusiones en su psiquis, más prefirió omitir este detalle para evitar un tratamiento más abrupto de su condición.


Cuando Elissa estuvo de regreso tras su fin de semana por fuera de la institución, estaba tan entusiasmada hablando de su “aventura” que ni siquiera se dio cuenta de la ausencia de Jorge, pero al pasar una semana sin haberle visto, empezó a preguntar, más con el fin de evitarle tristezas la engañaron, diciéndole que había sido trasladado a otra institución, Caroline prefirió no engañarla, pero tampoco le dijo la verdad, optó por callar cuando se tocaba el tema, pues su recuerdo era algo traumático y prefería dejar este episodio en el pasado, aunque el remordimiento de mentirle a Elissa le pesaba bastante, por lo que empezó a pasar con ella más tiempo.

Al cabo de varias semanas, Caroline recibió una visita inesperada de David, él se encontraba en un estado de aturdimiento bastante profundo, pues antes de acudir allí, había tomado una dosis importante de heroína.

La visita fue algo corta, David sólo asentía atontado, mientras que Caroline se desbordaba en añoranzas y relatos que acontecían en el diario vivir en esta institución, más cuando tocó el tema de Jorge y la visión que había tenido, David se espabiló momentáneamente y su rostro se tornó sombrío y pensativo.


Terminando la entrevista, Marion le reprochó una vez más a David el por qué de su situación, a lo que recibió como respuesta sólo un gesto desanimado. Cuando concluyó la visita, David se despidió desganado y se marchó, dejando un profundo desasosiego en el alma de Ka.

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