jueves, 13 de agosto de 2015

Capítulo IX (I)

LIBRO TERCERO

Inflexión


I

Regresaba en sí tras un período agobiante, en el que su conciencia no había encontrado presencia, mas su homónima había recibido con gran agrado la descarga de energía que incurría, cada vez más frecuente, sus largas jornadas de bacanales y orgías modernas disfrazadas en pudorosos claustros donde todo lucía temperamentalmente sano hasta que los hilos resplandecientes del líquido benevolente y traicionero que sosegaba el alma y destruía el cuerpo, el elixir de Baco, llenaban su ser, desinhibiéndose y entregándose completamente a sus deseos carnales.

En un hogar destruido con cimientos derruidos se encontraba el cuerpo débil de Caroline, con el pelo enmarañado y con el maquillaje corrido por las largas jornadas en que su cuerpo era el templo de la lujuria.

- Despierta putica. Susurraron a su oído. Unas breves imágenes advinieron a su mente, fuertes recuerdos de actos sexuales descomunales que, hacía pocas horas habían sucedido, pasaban fugazmente ante sus ojos.

A pesar de su avanzado embarazo, sus muslos, enardecidos, denotaban un rastro de sangre, derramada entre los furiosos entrares y salires de entes desconocidos a su ser. Tenía varias lesiones en su espalda, lo que muy seguramente le impediría erguirse al intentar soportar el peso de dos seres con su única existencia.

- Qué buena noche la que pasamos, ¿eh?, Dijo Marion, bastante entusiasta.

Caroline continuaba sentada y adolorida, intentó incorporarse dos veces, pero en ambas ocasiones cayó. Decidió entonces apoyarse en una pared con el fin de incorporarse, sus manos se raspaban con la superficie irregular de la pared, sus piernas temblaban.

Cuando finalmente estuvo de pie, se dio cuenta que no sabía dónde estaba. Al salir de la casa notó que se encontraba debajo de un gran puente vehicular, era una casa abandonada donde iban a parar los indigentes quienes encontraban refugio entre las montañas de basura agolpadas por doquier.

A pesar del aspecto de tan detestable lugar, notó que el puente conectaba dos grandes costas en un río amplio y calmo. – Siempre te gustó estar cerca a la costa, ¿no?, Pensó Ka mientras divisaba un paisaje adornado por gaviotas y otros pájaros que danzaban bajo el sol en busca de alimento.

Caroline se abrió camino entre los desperdicios para rodear y subir el puente.

Era una ciudad pequeña, por lo que no le tomaría demasiado regresar a casa, pero debido a su pesada carga, en constante crecimiento, se veía obligada a detenerse en intervalos cortos, más por sus ropas desjaretadas y su aspecto roñoso se veía incapaz de pedir el favor a algún auto, que por allí pasase, que le llevara a los adentros de la ciudad.

Mientras caminaba bajo el sol picante y abrumador reprendía a Marion por su comportamiento, pues a pesar que en un tiempo le gustó salir y perder la decencia, ahora, estando embarazada, se cuidaba en demasía, hasta que Marion lograba retomar conciencia para llevar a cabo sus imprudentes jornadas de desenfreno autodestructivo.

En esta ocasión en particular, la ira de Ka opacó la de Marion. Había ido muy lejos en sus hazañas y temía que su hijo pudiera morir por el consumo de sustancias desconocidas. Por lo que le escarmentó tan severamente que notó una ausencia casi total del tercer ser que habitaba dentro de ella.

El sosiego de Marion oprobiaba el estado anímico de Ka. Tal vez era dicho sosiego el cual finalmente le llevó a su ausencia y enmudecimiento temporal.

Al llegar a casa no sintió presencia alguna, aprovechó para bañarse rápidamente y cambiar sus ropas, pues desde que David había recibido la noticia del embarazo le cuidaba como si fuese su hija, con numerosas restricciones y reproches que desbordaban por doquier cuando sus órdenes no eran acatadas.

A pesar de su sobreprotección, David, no era cuidadoso con sus hábitos, continuaba hundido, dependiente de las drogas y el alcohol, lo que Caroline ni se atrevía a mencionar, mientras que Marion sí le recriminaba arduamente, llevándole, en algunos casos, hasta el extremo de la ignominia.

Tenía ya 5 meses de embarazo, su abultado abdomen se mecía con cada paso que daba, y su semblante irradiaba un aura especial que sólo logran las mujeres en este estado. Se le veía generalmente con una sonrisa añorante, siempre con sus brazos cerca de la criatura que gestaba en su interior, le susurraba y le acariciaba cariñosamente para calmar sus ratos de angustia en los que revoloteaba en su interior y pateaba las paredes del útero.

El sol marcaba ya más del medio día, tal vez eran las 2 o 3 de la tarde, no se podía saber a ciencia cierta, pues desde que Caroline se enteró que estaba embarazada, el reloj de piso que se hallaba cerca a la entrada de la casa, se había detenido.

Caroline aprovechó la relativa calma para organizar un poco la casa, recogió todo el desorden de su habitación y de la sala, pasó la escoba por todas las habitaciones, incluyendo la de David, donde encontró un gran número de jeringas usadas, cucharas y encendedores, todo recubierto por una gruesa capa de polvo y mugre, en tal medida que tuvo que sacar una bolsa de basura llena hasta más de la mitad, únicamente de lo que había recogido al barrer. Al terminar se dirigió a la habitación de Alexei, donde cayó en un profundo sueño, recostada sobre la alfombra mullida y suave que recubría el suelo de la habitación.


En su sueño que recapitulaba una etapa de su vida con David, pudo visualizar cuando recién se mudó Caroline a esta casa, cuando era un hogar. Su vida transcurría en un sinfín de azares, despilfarros y una vanidad casi grosera, donde elegirían a sus amistades con el mismo dedo con el que señalaban para erigir prejuicios sobre las personas que dejaban de lado, obviándolas o excluyéndolas por no contar con los “requerimientos” necesarios para siquiera socializar con ellos.

Estaban en una reunión con su grupo de amistades “de élite”, con quienes usuaban embriagarse y drogarse, mientras despotricaban de las clases bajas, de personas que conocían en común y que aborrecían debido a su situación socioeconómica, tomando posiciones altivas y en extremo despectivas.

Criticaban la forma en que “los ricos” (de los que, irónicamente, no había ninguno presente), debían sostener toda la carga que representaban las personas que no podían acceder a cosas tan simples como educación o salud, quienes financiaban sus necesidades por medio de los impuestos que pagaban los contribuyentes. Les llamaban mugrosos, parásitos, sucios o tercermundistas, recayendo en un estereotipo xenofóbico que agraviaba su ofensa, la cual era bien recibida por personas de esta calaña.

Era de madrugada y el efecto del alcohol y la heroína, en casi todos los presentes, les impedía llevar una conversación coherente y duradera; de sus buches inflados y testarudos emergían palabras monosílabas seguidas por una breve logorrea que se desbordaba, finalmente, en balbuceos inentendibles y un silencio sosegado.

A medida que se empezaban a espabilar, cada asistente se incorporaba, asentía en forma de despedida y se marchaba sin decir más, mientras los demás continuaban sumidos en su viaje interno, en busca de algo que muy seguramente habían perdido y buscaban con desesperación; la sensación de la primera vez que habían probado las drogas, dicha sensación descrita como el mejor orgasmo sentido en vida, multiplicado por mil, el cual era alcanzado en el momento que la sustancia se mezclaba con la sangre y entraba en el torrente, siendo bombeada por todo el cuerpo, y que nunca jamás volverían a sentir, por más que le buscaran.


Cuando finalmente David regresó en sí, se vio sentado en su gran sofá, con Caroline a su lado, recostada en su hombro, rodeados por algunas sillas y dos sillones vacíos. La luz del candelabro de la sala le cegaba, su tono amarillento casi fosforescente le impedía la visión más allá de los sillones que se encontraban delante de sí. Intentó incorporarse pero al sentir el peso de Ka en su hombro, cayó de espaldas de nuevo al sillón, lo que aturdió un poco a Caroline quien se había encontrado sumida en un sinfín de pensamientos aleatorios, pero que dejó de lado al sentir el estruendo de la humanidad de David al caer una tercera vez sobre el sillón.

- Muévete. Dijo David en un tono alto, rozando lo grosero, a lo que Caroline acató instantáneamente.
Cuando estuvo incorporado, se giró para besar a Ka, quien le tomó por la cara y con ansias mordía sus labios en un beso apasionado.

David se separó un poco y le observó con gran lascivia, lo que Caroline comprendió inmediatamente y le tomó de la mano para llevarle hasta el cuarto donde se había instalado una cama grande, esponjosa.

Aceleraron el paso, David observaba las finas caderas y las nalgas, ni tan carentes de carne, bambolearse hipnóticamente delante de él mientras subían las escaleras.

Estando ya en la habitación, la piel tersa de Caroline se dio a la vista, cálida y frágil se desnudó con gran sensualidad, mientras David observaba con deseo tan deleitante escena. Su pequeña blusa de algodón dejó ver, primeramente, sus delicados hombros, blancos y suaves como la nieve, entre besos y caricias continuó descendiendo, dejando al descubierto sus brazos, delgados y firmes, a la par con dos lunas, adornadas por sus pequeños pezones y lunares que recubrían sus senos, perfectamente redondeados, los cuales no eran abundantes pero tampoco carentes y su abdomen delineado brotó cubierto por sudor producto de la excitación momentánea.

Abrazó a David; él recorría su cuerpo con besos, mordiscos y caricias, entretanto ella soltaba gemidos suaves, y su respiración al compás, exhalaba un almizcle hirviente de erotismo. Empujó con su brazo desnudo a David para que se apartase, quedando tendido en la cama. Ella dio media vuelta y bajó sus jeans holgados permitiendo la agradable vista de su desnudez, llevaba las bragas con encajes que David le había otorgado como presente en una ocasión.

En una casa vecina se escuchaba la canción, Summertime, de Janis Joplin en su disco compilatorio “Greatest Hits” de 1973, y al ritmo de la música, se despojó de todo tejido superfluo que ocultase su sexo húmedo y tibio, para regresar a los brazos de su amante, quien se había desvestido en un frenesí afrodisíaco mientras los movimientos de tan despampanante ser le robaban completamente su observar.

Los deseos se palpaban en el ambiente, al penetrar por vez primera, Ka se estremeció y soltó un grito suave y placentero, lo que enervó a David y prosiguió su movimiento repetitivo que le llevaría al éxtasis del sexo. Sus cuerpos revoloteaban como una sola masa tendida en el placer. A medida que continuaban, los alaridos y gemidos se hacían más estridentes, hasta tal punto en que podrían ser audibles hasta a dos casas de distancia.

Los amantes empedernidos saciaban su apetito, casi llegando al clímax del acto. Caroline se hallaba acostada, mientras que en su cima, David empujaba dentro de ella su ser, maquinalmente y de vez en cuando se encorvaba para besar sus finos pechos como dos copas de helado de la más dulce vainilla, mientras Ka cerraba sus ojos dejándose llevar por el placer arrobante, pero justo antes de alcanzar el máximo placer, Ka abrió sus ojos repentinamente y vio, por encima del cuerpo de David, una figura sombría en la puerta.

Marion les observaba desde hacía ya un tiempo y con sonrisa maléfica esperaba el momento en que fuese notada.

Hubo un grito de placer al unísono de ambos seres, dos voces idénticas gritaron y David, todavía sin alcanzar su placer, giró la vista hacia Marion y de un salto estuvo en el marco de la puerta mientras el cuerpo de Caroline se retorcía entre espasmos producto de su orgasmo.

Al girar la vista, Ka, pudo denotar el terror en la mirada de David que apuntaba al punto de placer de Caroline. Vio un rastro de sangre. Caroline en acto seguido bajó su mirada y observó cómo desde su ombligo y su vagina brotaba un sinfín de pequeñas arañas negras, recubiertas por un pelaje oscuro en su mayoría con patrones geométricos de colores llamativos a lo largo de su opistosoma. Se retorció y empezó a golpearles con gran desesperación y furia; lágrimas de sangre emanaban de sus ojos y nariz, entretanto David, estupefacto, helado, no podía apartar la vista de ella pero tampoco se veía en la capacidad siquiera de moverse y Marion reía a carcajadas desde el marco de la puerta, junto a él.
Quejidos de amarga angustia eran expulsados al aire, mientras los seres octópodos continuaban emergiendo de su interior. Se lanzó al suelo y se revolcó en él, sin embargo, el flujo de arácnidos no cesaba su camino desde el interior de Ka, más de repente sintió un dolor profundo en su vientre. La mano de Alexei se asomó empujando la piel, estirándola como si fuese de goma, buscando la escapatoria de su blanda prisión. Presionaba con gran entusiasmo, empleando ambos brazos para esto, lo que causaba una escena en extremo repulsiva y dolorosa.

Finalmente la piel del vientre empezó a quebrarse, mientras Ka continuaba gimiendo de dolor, tendida ahora en el suelo. Al aparecer un pequeño brazo de su vientre, totalmente cubierto de sangre, Caroline perdió el conocimiento. Al abrir los ojos nuevamente despertaba en la habitación de Alexei, acurrucada al lado de la cuna y acogiendo con ambos brazos su barriga mientras acontecían pequeños espasmos involuntarios que le mecían calmadamente.


Se incorporó atemorizada, se revisó por doquier por rastros de sangre pero al no hallar nada retornó la calma, lentamente, a su ser.

Las náuseas y el mareo le impedían permanecer de pie a no ser que estuviese apoyada en algo, entretanto, David recién regresaba a la casa, pues tras aquél episodio había llevado a Ka, todavía inconciente a la habitación de Alexei.

Sonó la puerta cerrarse estruendosamente seguido de fuertes pasos que golpeaban la madera hasta su santuario.

Caroline se hizo su camino hacia la salida de la habitación de Alexei, se sostuvo un momento de la perilla, más al girarla perdió el equilibrio y tuvo que recostarse en la puerta, lo que generó un fuerte sonido el cual alertó dramáticamente a David quien bajó de su habitación a toda prisa.

Buscó primero en la cocina, donde no encontró nada más que platos sucios y desorden, continuó por la sala, y el baño. Todo se encontraba tan monótono y lúgubre como de costumbre. El miedo empezó a recorrer su cuerpo, la sensación de un frío intravenoso le recorrió el torrente sanguíneo hasta llegar a su cerebro, donde el pánico tomó su lugar.

Al llegar al cuarto de Alexei notó una sombra detrás de la puerta. Su frente, empapada de sudor, dejaba escurrir pesadas gotas que caían a sus ojos y le cegaban momentáneamente. Se acercó con sigilo y palpó la puerta, como si pudiese así inferir quién se encontraba del otro lado.

- ¿Ka, eres tú?, Preguntó con voz tensionada.

Hubo un corto silencio, mientras, tanto David como Caroline, se encontraban apoyados en la puerta.
Cuando David se apartó un poco, la puerta empezó a abrirse, sus ojos abiertos casi hasta el contorno de sus órbitas punzaban en la puerta, con ansias de develar al ser que detrás de esta se regocijaba.
Asomó primero una barriga inflada, cubierta por un saco grisáceo, un poco desgastado.

David se contuvo y pasó saliva un poco más relajado, más al emerger Caroline del interior de la habitación, no pudo aguantar el peso de su carga y cayó estrepitosamente al suelo, a lo que David reaccionó inmediatamente y se lanzó a su socorro.

Tras aquella escena David había quedado en un estado de conciencia irregular, llegando a cuestionar su propia salud mental.

El maltrato del ajetreo de la noche anterior demostraba, ahora, sus repercusiones en totalidad; su espalda y piernas no podían resistir más esfuerzo, por lo que tuvo que apoyarse completamente en David para poder llegar y acomodarse en la cama.

La deshidratación y el mal estado en el que se encontraba le sumieron en una alta fiebre, para cuando oscureció, Caroline, deliraba entre sueños y sudaba en grandes cantidades, sin embargo, David se había quedado dormido a su lado sin notar el malestar que aquejaba a su compañera, quien cargaba con toda la significación de su existencia dentro de sí.

Al llegar la madrugada, los quejidos de Caroline despertaron a David, quien en seguida notó el mal estado en el que ella se encontraba. Una gran mancha de sudor rebordeaba su cuerpo, extendiéndose por más de la mitad del área de la cama, lo que le alteró en gran medida, y corrió en seguida por recipientes con agua y paños húmedos para colocarle en la frente con el fin de disminuir su fiebre.

Regresó a la habitación con todos los implementos, Ka se encontraba ahora despierta, con la mirada fija en un punto en el techo.

- No dejes que se lo lleve. Susurraba para sí misma mientras algunas lágrimas recorrían los caminos que el sudor, al recorrer su rostro, había trazado previamente.

Sus ropas estaban totalmente empapadas, David optó por desnudarle y colocarle sobre una toalla extendida para luego cubrirle con una cobija delgada, mientras ponía pañuelo tras pañuelo húmedo en su frente, hasta que la alta temperatura le secaba del todo y se veía obligado a remojarlo nuevamente.
Amaneció y el estado de Ka no mostraba mejoría alguna, pero tampoco empeoraba, David, exhausto, la cargó hasta la tina en donde había preparado un baño de agua tibia. Aletargada, observaba con mirada perdida su entorno, no lograba concentrarse y un mareo apabullante conducía su mente hacia un estado incontrolable, perdiendo noción de todo cuanto a su alrededor pasase.

David le dejó tendida en la tina, el agua cubría su cuerpo casi hasta sus hombros. Su cabeza recostada, entre sueños, daba una impresión de paz momentánea, por lo que decidió salir de la habitación y cambiar las sábanas de la habitación pues allí le volvería a acostar después del baño.

Demoró casi veinte minutos, en los que no escuchó mayor sonido que le pudiese alertar de lo que a continuación acontecería.

Al retornar al baño notó que Caroline se encontraba sumergida del todo. No sabía cuánto tiempo llevaba así, pero al parecer se encontraba con sus ojos abiertos y una expresión sombría, macabra.

David se lanzó a su rescate, a lo que ella se resistió, pero después de un breve forcejeo, logró sacarla de la tina y en el suelo del baño se retorcía y maldecía con ira.

En un intento de taparle con una toalla seca, se acercó sin mesura, acto del cual Marion sacó provecho, lanzándose a su rostro con las uñas, desgarrando parte de su pómulo. Cuando vio recorrer la sangre que bajaba por el rostro, su ser colapsó.

- ¿Qué putas te pasa?, Gritó iracundo. Me estoy hartando de tu mierda, ¡siempre lo mismo! Si por lo menos fueras más consciente, sabrías que estás así por irte de fiesta en fiesta como una puta vagabunda, en busca de alcohol y drogas. No creas que no sé qué haces en esos antros, te he visto con mis propios ojos, ¡y me duele! Pero al cargar con mi anhelado futuro no soy capaz siquiera de reprocharte.

Caroline le observaba con desconsuelo mientras David se disponía a continuar su largo sermón, por lo que se incorporó, venciendo su mareo, y corrió tambaleándose hasta la habitación de David, donde se encerró víctima del terror que le provocaba verle así.

Él le siguió con paso marchante, se acercó a la puerta y tomó la perilla, más al intentar girarla notó que se había encerrado con llave. Esto avivó más las llamas de su furia que parecía no tener límites. Caroline, sentada en la cama de David, con las piernas recogidas, esperaba con los ojos cerrados y una mueca de dolor el momento en que todo empezara.

Sonó el primer golpe que sacudió la puerta, entre los rayos de luz que se colaban, se veía el polvo desprendiéndose de la misma con cada sacudida que sufría a causa de los fuertes golpes con los que arremetía David.

- Sal a las buenas y todo irá bien, te lo pido. Dijo con voz alterada, en un esfuerzo sobrehumano para contener su cólera.

Ka enmudeció, mordía sus labios mientras sollozos sordos le aturdían.

Aconteció una calma repentina interrumpida por un segundo golpe que resonó en toda la casa, haciendo vibrar el piso y las ventanas.

- Te lo ruego, no me hagas entrar de esta forma. Sabes cómo terminará este asunto.

- ¡Lárgate, no quiero saber de ti! Respondió Caroline entre lamentos.

Golpeó una vez más la puerta. La madera empezaba a crujir al ceder para abrirse forzadamente.

- ¡Maldito imbécil! ¿Por qué peleas tanto? Si bien sabes que este hijo que cargamos ni siquiera es tuyo. Gritó finalmente Marion. A decir verdad ni siquiera sé de quién es, hay tantos posibles padres de este vástago que me sorprendería en realidad si llegase a ser tuyo.

David, cegado por lágrimas, se recostó en la puerta, mientras pensamientos atravesaban fugaces por su mente, cada vez más breves y centelleantes, dejaban una estela cognoscente en su dirección hacia el exterior.

Una última patada con toda su fuerza rompió el agujero donde se encontraba la perilla, saliendo a volar hasta debajo de la cama donde Caroline se encontraba, entumida, asustada y mareada.

Al abrirse la puerta, Ka soltó un alarido, y observó a David quien no se podía controlar debido a la ira que dominaba su ser. Se encontraba de pie en el marco de la puerta, con ambas manos empuñadas al punto que sus venas de los brazos se brotaban repulsivamente. Su ceño fruncido con una expresión de odio puro dio paso a la siniestra imagen que se apreciaba.

Entró dando pasos con intervalos lentos, mientras más se acercaba a donde ella se encontraba, más agudos se hacían los lamentos de Ka, quien se hallaba inmóvil, petrificada, en la misma posición en la que había permanecido todo este tiempo.

Cuando estuvo al lado de la cama, su mirada baja, inquina, se posaba sobre la existencia de Caroline, quien encontraba imposible detener su llanto en ese instante.

Un golpe seco y en extremo sonoro calló sus lamentos, la sangre de su boca empezó a fluir mientras el puño enardecido quebraba el viento posterior al certero golpe que había encajado perfectamente el rostro de Ka.

Le tomó del cabello y le arrastró consigo mientras ella gritaba y gemía por su bienestar. Todavía le era imposible sostenerse, por lo que sus piernas adoloridas revoloteaban a medida que avanzaban lentamente hacia la habitación principal.

Al llegar allí, sus ojos, irritados por el constante brote del noble líquido que expresaba su más terrible angustia, lograron denotar a Marion, recostada contra la pared en la esquina de la habitación.

- En algún momento se debía enterar, y ¿qué mejor momento que ahora?, Dijo entre carcajadas al ver cómo David continuaba golpeando maquinalmente a Caroline, mientras ella no apartaba la vista de Marion.

Finalmente vio sus puños totalmente ensangrentados, y la cara desfigurada que desde hacía un buen rato le repetía “basta”, tuvo un respiro suficiente para escupir dos o tres dientes que emergieron dolorosamente de su boca.

Ya todo se encontraba en silencio.

- Maldita puta. Inquirió David con su ira ya saciada, quien se disponía a dejar la habitación.

Antes de que pudiese colocar el primer pie fuera, escuchó de repente un lamento irrefrenable, como algo que nunca hubiese escuchado antes.

Al girar su mirada observó la cara, totalmente ensangrentada y roída por la gran cantidad de golpes que con extrema violencia fueron administrados, todavía capaz de expresar un terrible desespero y miedo, al notar que un gran flujo de sangre emergía de su sexo.

David se alertó en gran medida. Su odio se tornó en desesperación y culpa, mientras se acercaba a examinar, pero al notar dicho acercamiento, Ka se apartó de él con gran temor, esquivando cualquier contacto que pudiese tener con él.

Sin embargo no pudo continuar evadiéndole al observar una pequeña araña descender del techo, la cual apenas se posó, una gran hemorragia empezó a emerger desde su interior.

El cuerpo de Caroline, tintado por un rojo ferroso aparentaba un aspecto macabro, al no ser posible divisar siquiera una pulgada de piel sin estar cubierta por sangre.

Al lado de Marion, el cuerpo de Caroline se doblaba en inflexiones abruptas mientras alucinaba estar totalmente cubierta por arañas por lo que se retorcía y aruñaba frenéticamente. En un determinado instante, sintió una carga infinitamente pesada abandonarle. David observaba con pánico inconmensurable mientras el feto inconcluso emergía a borbotones del interior de Ka.

La mano de Marion acariciaba la cabeza de Caroline, mientras David tomaba al feto entre sus brazos, le mecía con ternura y las lágrimas inundaban su rostro.

- Eres un puto idiota, ése hijo era tuyo. Dijo Caroline antes de perder el conocimiento.



Ka fue trasladada al hospital más cercano donde su agravada condición desataría un proceso judicial contra David, a lo que ella rehusó presentar cargos en el momento en que recuperó su completa lucidez.

Su evolución fue lenta, afortunadamente no tuvieron que llevar a cabo cirugías faciales reconstructivas, pues no se vieron afectados los rasgos estéticos fundamentales de su ser.

El diagnóstico final indicaba un aparente aborto espontáneo, completo, causado por la muerte previa del feto debido a la alta fiebre sufrida por Caroline.


Se tomó como probable la alucinación de un ente externo debido a los delirios propios de la fiebre, sin embargo, en un examen posterior por parte del área de psiquiatría dictaminó que Ka sufría de un trastorno de personalidad disociativa, por lo que debería ser internada en un hospital psiquiátrico cuando su condición física mejorase.

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