LIBRO SEGUNDO
Anécdotas
V
<<Viernes, Noviembre 24 de 1995.
Han pasado 7 meses desde que él me internó.
Sólo le he visto dos veces desde entonces; sin embargo, ha sido un proceso
arduo y muy doloroso, donde he perdido significativos fragmentos de mi memoria.
Todavía hay cosas que intento recordar,
pero hay otras que ni siquiera me interesa tener entre mis recuerdos pero que,
todavía, siguen presentes.
He intentado revisar notas de diario anteriores,
pero ella continúa rayándolas, dejándolo totalmente ilegible, salvo por
pequeños fragmentos aislados que pueden tener ciertas conexiones que todavía no
logro descifrar. ¡Maldita! Desde la confrontación, ella, se ha vuelto más
dañina, y he llegado a odiarle profundamente.
Mañana tengo una sesión definitiva con el
médico en cargo, quien dictaminará si mi recuperación fue del todo exitosa y si
así fuere, me daría salida para el próximo mes. Para eso he estado estudiando
las pruebas rutinarias que me ha traído Elissa, pues hace poco pudo hacerse con
la llave de la dirección, donde guardan toda la papelería importante.
Temo un poco por ella… ¿qué tal si la
descubren? Su situación aquí no es la mejor y no quiero que empeore por mi
culpa. No aguantaría cargar con más culpa de la que sostengo ahora.
En fin, he podido dar con un patrón de
respuestas lo suficientemente aceptable como para resultar siendo dictaminada como sana. Por las
noches he repetido dicho patrón como si fuesen las tablas de multiplicar, pues
no me puedo dar el lujo de perder esta oportunidad de salir de aquí.>>
Era una mañana clara, el sol irradiaba
cándidos rayos que cruzaban la ventana, alta y en extremo pequeña. Ingresó a la
oficina donde residía el doctor de planta, acompañado por el Dr. Woodcock y una
tanda de aprendices que buscaban aprovechar tan inminente oportunidad para
tomar de ella los más mínimos indicios que indicaran la falencia sugestionada
de su psiquis, con el único fin de ganar cierto prestigio irritante, el cual
cargarían como uno de los primeros aportes a su, prontamente, ego de
indefinibles magnitudes.
Todos sus ojos se posaron sobre sí, casi
saltando de sus órbitas. Tomó asiento y saludó, evento que dos o tres
aprendices anotaron en sus cuadernillos, mientras los demás permanecieron
inmóviles, inmaculados, envueltos cual espectros en batas blancas y zapatillas
de aspecto descarado.
Woodcock cargaba una mueca de soberbia y
confianza, la cual depositaba en su habilidad que, muy posiblemente, de
realizar a cabalidad su actuación, podría sacarla de allí bien librada.
Su actuación debía ser impecable y
fulminantemente natural. Empezó el cuestionario tal y como lo había meditado
durante largas noches. Todos le miraban con aguda perspicacia, la cual sentía
como alfileres en cada punto donde su mirada descansase; pero su retórica, cosa
de la que siempre se había vanagloriado, empezaba a causar un efecto
desesperanzador en aquellos corazones, todavía jóvenes, que impacientes
buscaban alguna falencia o indicio de su renuente enfermedad.
Al pasar la pregunta 15, hubo un cambio
inesperado, cosa que no había previsto.
- ¿Experimentan un nuevo método conmigo?,
Pensó al escuchar la actividad propuesta.
Tenía que diferenciar entre 20 fotografías
de personas acostadas con los ojos cerrados, quiénes de ellos estaban muertos y
quiénes se encontraban durmiendo.
Dicho ejercicio le intimidó
instantáneamente, mientras se detenía a pensar y a detallar una por una las
fotografías, los estudiantes se miraban entre sí ahora algo confiados y
despectivos, esperando al primer movimiento que les daría pie para lanzarse
sobre este ser y destrozar su futuro, inquiriendo sesgadamente sobre todos los
gestos y movimientos de la “paciente” cuyo estado actual le asemejaba más a un
reo siendo juzgado injustamente.
De repente escuchó desde su interior una
voz que clamaba.
—
Déjame tomar control desde aquí, pues es nuestro bien el que está en juego—
- ¡No! Conociéndote, no harás más que
errar en las pruebas a propósito con el único motivo de continuar viéndome
sufrir encerrada en este antro.
- ¿Acaso crees que yo no estoy harta de
estar aquí? Préstame tu cuerpo unos minutos y verás cómo en cuestión de días
estaremos otra vez afuera. No hay forma alguna que en tus capacidades puedas
soportar este tipo de exámenes.
Caroline, internamente, cedió su cuerpo a
este ente. Todo se nubló a su vista y empezó a sentir sueño, cerró los ojos y
durmió mientras su otro yo llevaba a cabo lo que restaba de la entrevista.
<<Lunes, Noviembre 27 de 1995.
Creo tener una explicación para la que
Marion haya destrozado las notas de diario. A fin de cuentas, a pesar de sus
intenciones, debo admitir que es bastante astuta.
Muchos de mis escritos se encuentran por
ahí regados en papeles sueltos o atados en manojos por grupos de días
aleatorios. Estoy casi segura que ella se ha dado cuenta que el personal de la
institución revisa constantemente mis pertenencias, y para evitar detalles que puedan
afirmar más mi condición, ella tacha o destruye muchos de mis apuntes sobre las
cosas que pasan cotidianamente.
Después de la entrevista, he despertado
hasta el día domingo, no recuerdo muchas cosas y sobre las que alcanzo a rescatar
algo, sólo tengo leves imágenes que se difuminan después de un rato.
Todavía no sé qué tan bien nos haya podido
ir.
He visto pasar varias veces al Dr.
Woodcock frente a mi puerta, aunque no se ha atrevido a entrar, se ha quedado
observándome con notoria pesadez.
El almuerzo estaba algo desabrido, como de
costumbre.
Elissa ha venido a hablarme de varias
cosas, entre ellas, algunas que parecían no tener sentido, saltaba entre ideas
y, sus conjeturas, no contaban con fundamento. A pesar de esto vi en ella una
señal, una mirada algo esperanzadora, pero, a la vez, algo desesperada, era la
mirada que se le da a aquellos que serán expuestos a terapias de
electrochoques.
Asimilar esto fue algo difícil, pero si no
hay otra opción, tomaré esta salida para poder, finalmente, conseguir mi
libertad.>>
Mientras Caroline terminaba de escribir en
su diario, el Dr. Woodcock, quien pasaba por octava vez frente a su habitación,
se decidió a entrar.
Su rostro ya no lucía como antes, sus
mejillas rojizas enmarcaban un aspecto lúgubre y sus pesadas cejas se hallaban
enfiladas casi mecánicamente para evitar cualquier expresión o sentimiento que
pudiese emanar de su ser.
Al atravesar la puerta, Caroline le
dirigió una mirada rápida y continuó escribiendo, pero al notar a dos buitres
(éste era el apodo que le tenían al personal del hospital que se encargaba del
manejo de los pacientes) que le acompañaban, mermó su escritura y se sentó en
una posición erguida y desafiante ante la presencia de tan detestables seres.
- Sabes que los rumores inundan los
corredores de esta institución, ¿cierto?, Dijo Woodcock como inicio a lo que
sería su discurso de sentencia.
Caroline asintió con la cabeza, detalle
que alebrestó a los irascibles buitres, cuyos ceños se encontraban, ahora, tan
fruncidos que por poco y dejarían se ser visibles los bellos en sus cejas.
Woodcock soltó un hondo suspiro.
- ¿Recuerdas lo que pasó el día sábado?, Preguntó
mientras tomaba sus lentes con cuidado, disponiéndose a limpiar los cristales
que se encontraban impregnados de grasa y mugre.
Caroline, ya no tan inocente de su
condición, dio una respuesta afirmativa, con un sí que resonó en todo el
cuarto.
- ¿Recuerdas la respuesta que diste a la
pregunta 15?, Cuestionó nuevamente el doctor con un pesar indescriptible.
Caroline, empezó a balbucear, gritando
para sus adentros, gimiendo por ayuda de Marion, quien le había abandonado
desde su despertar. Mas al no poder dar una respuesta concisa, los temores del
doctor se volvieron más y más agudos.
- El fin específico de esta visita es la
retroalimentación de los resultados del diagnóstico hecho días atrás. Continuó
Woodcock. Según los tratantes, tu condición ya se encuentra mucho mejor a como lo
era en el momento en que ingresaste aquí. Sin embargo, tu personalidad alterna
ha empezado a convivir contigo, lo que es un factor agravante del asunto, pero
ventajoso, desde otra perspectiva. Te darán la salida en diciembre, pero
tendrás que seguir un riguroso procedimiento para poder lograr esto.
La mirada de Caroline predecía los
movimientos vocales del doctor, antes de que lo pronunciase, sabía con
exactitud cuáles serían las palabras que emergerían de él.
Hubo una pausa, seguida de una afirmación
que heló cada hueso del cuerpo de Caroline.
- Serás expuesta a terapia electroconvulsiva.
Finalmente, al decir esto, el Dr. Woodcock sintió un gran desplome del lastre
que cargaba a cuestas, y que no le había permitido anteriormente expresarse con
la libertad con la que usualmente lo hacía.
- ¿Qué cambio esperan que suceda con esta
terapia, que más que terapia, para mí, será muy seguramente un martirio?,
Respondió Caroline con voz benevolente, ante la sumisa expresión que ahora
brotaba de su interlocutor.
- Bueno, entiendo tu posición, esta
técnica es una de las más agresivas en cuanto al tratamiento de pacientes con
problemas mentales. Primero iniciarás una etapa de medicamentos fuertes, con
efectos desagradables, luego, cuando la medicación permita un manejo algo
confiable de tu otra entidad, se procederá a eliminarla de la zona cerebral
donde se aloja por medio de estos electrochoques. Puede que en el proceso
pierdas pocas o muchas memorias y hasta rasgos de tu propia personalidad, es
por esto que intenté oponerme a toda costa a este tratamiento, pero fracasé en
mi empresa y ahora te someterán a esto… Agitado y con respiración dificultosa,
el Dr. Woodcock hizo una pausa para recobrar su aliento, inhaló profundamente y
colado entre el suspiro de su exhalar, gimió: –perdóname.
- ¿Cuándo empezará la terapia?
- Inmediatamente, ya habiendo dado tu
consentimiento, empezarás a tomar las píldoras a la hora de la cena.
Caroline asintió una última vez, y sin
necesidad de pronunciar palabra, el Dr. Woodcock se incorporó, dio media vuelta
y antes de salir de la habitación le dirigió una última mirada compareciente.
<<Martes,
7 de Diciembre, 1995.
Por poco y no logro dar correctamente con
el día… hoy es jueves. Los medicamentos son mucho más fuertes de lo que
habría podido imaginar.
La noción de realidad se tergiversa cada
vez más, y los cambios espontáneos entre mi persona y Marion son más impredecibles.
Los médicos indican que tendrán que asumir una variación del tratamiento,
induciendo un control casi total de la otra entidad que reside en mí.
No he vuelto a ver al Dr. Woodcock, o al
menos no recuerdo haberlo visto, tampoco recuerdo cuando fue la última vez que
probé bocado, sin embargo, siento una saciedad irritante.
A veces creo ver personas que no están
allí, hace algunos días, no sabría decir con exactitud cuántos, creí ver a Jorge,
sollozando, como de costumbre, junto a mi puerta.
En 3 días empezaré las terapias de
electrochoques, una sensación de abatimiento inunda mi ser.
Marion ha estado haciendo de las suyas a
diestra y siniestra, al parecer no está para nada contenta con la forma en la
que se va a proceder en este tratamiento, aunque me impacienta pensar quién de
las dos será la que desaparecerá.
Empiezo a dudar de mi misma existencia.
Hoy he pasado cerca de la sala de choques,
escuché gritos sumamente agudos, lo que acentuó en mí un profundo terror que
venía almacenando, alimentando con los rumores y experiencias de personas que
han sido sometidas a esta clase de actos barbáricos.
¡Maldita medicina!
¡Malditos médicos! Petulantes y engreídos,
haciendo sufrir a cuanto ser encuentran, su vocación se vería mejor en una
carnicería o en el matadero de un reclusorio de animales enfermos que
prontamente serán sacrificados.
Eso he de ser para ellos, un sacrificio en
nombre de su preciada medicina.
He empezado a sentirme somnolienta otra
vez, ha de ser Marion llamando.>>
<<Mi… miércoles (?), 12 de
Diciembre, 1995.
Hoy he notado que todos en el hospital
tienen ciertos defectos en su rostro, no sé si es que mi percepción se ha
agudizado por causas del tratamiento o si solamente deliro.
Dichos pequeños detalles se acentúan según
ciertos movimientos y conductas; como si fuesen de plástico, se deforman,
dislocan sus mandíbulas y sus cráneos se agrietan.
No logro recordar con certeza acciones que
acabo de realizar, y cuando me he sentado en la sala de estar junto a los demás
veo que todos quienes están detrás del vidrio de seguridad actúan con
acentuados síntomas de lo que podría ser diagnosticable como graves
enfermedades mentales, aunque los “locos” nos encontremos del otro lado.
También he escuchado sonidos provenientes
de las paredes del hospital. Deben ser los mecanismos que activan drogas
psicomotoras para mantenernos locos, pues al fin y al cabo, este sitio, como
todos, es una institución que hace parte de una economía. Si todos los
pacientes mejorasen y pudiesen salir, entonces ¿de qué vivirían?
Los buitres han empezado a mudar, he visto
su plumaje regado por doquier en el hospital, ha de ser la brutalidad de las
golpizas que al ejercer tal fuerza, se alcanzan a desprender sus plumas de
apariencia putrefacta.
Jorge se ha aparecido ante mí en repetidas
ocasiones, cada vez se hace más frecuente, y lo único que hace es preguntarme
por Natalia. Yo, sinceramente, le comento lo que ha ocurrido desde la última
vez que nos vimos, aprovechando para desahogarme y comentarle a cerca del
avance de su hermana.
A quien no he vuelto a divisar es a
Elissa, escuché que se ha metido nuevamente en problemas y le han recluido en
confinamiento solitario. Pobre Elissa. Según lo que me han explicado, ella
sufre de un desorden obsesivo compulsivo bastante grave. Quién sabe si sea
capaz de soportar dicho aislamiento.
Marion ha estado inactiva, han de ser las
terapias que le mantienen calmada. Lo bueno del asunto es que yo no he tenido
que sufrir, puesto que la aplicación se realiza cuando ella se encuentra en
vigilia.
Me han dicho que según el avance, podré
salir para navidad.>>
<<Viernes*, 18 de Diciembre, 1995
Tras una brutal paliza de uno de los
buitres, Elissa ha muerto. Jorge me dice que está bien, y que por fin obtuvo el
reposo que, desde que llegó aquí, anheló.
El personal médico ha encubierto tan
desagradable acontecimiento bajo la propia responsabilidad de Elissa, dicen que
la malnutrición y las autoflagelaciones fueron el principal causante de su
muerte.
He perdido totalmente el sentido del
tiempo, pues, finalmente, es algo meramente relativo.
En la última terapia estuve presente, es
bastante dolorosa y creo que Marion se está empezando a retractar de la
decisión tomada. A causa de esto, ha perdido en gran medida su lucidez; al hablar se
enreda, se confunde y se pierde en la conversación. Esta mañana a la hora del
desayuno intentó decirme algo pero su voz, cortada, sólo pudo pronunciar un par
de palabras. Creo que en realidad le está afectando profundamente. Yo no he
notado mayor cambio en mis comportamientos, sólo una gran desorientación y
malestar general.
El Dr. Woodcock ha pasado varias veces en
estos días, preguntando sobre mi estado de salud y cómo me siento. Creo que
finalmente él es uno de los pocos que realmente se preocupan por el bienestar
de los que estamos aquí, aunque al inicio sea un poco petulante y despectivo,
en el fondo, es una buena persona.
Mi percepción de la realidad se ha
deformado tanto que a la hora del almuerzo no he podido probar bocado, pues lo
que estoy segura que fueron espaguetis los veía como gusanos de seda, los
cuales son muy comunes encontrar como comida en medio oriente, pero para mi
gusto son enteramente despreciables, tanto así que de sólo verlos me han
provocado unas náuseas irrefrenables.
Desde la muerte de Elissa, los estruendos
provenientes de las paredes se producen cada vez más seguidos. He podido
divisar los gases con los que nos anestesian, colarse por entre las ventilas, y
los buitres, ahora, usan máscaras para evitar caer bajo el efecto nocivo de
estos químicos. Tal vez a esto se refería el Dr. Woodcock con “tratamiento con
medicamentos fuertes”, inherentes a la terapia conjunta de electrochoques.
Hablando de los choques, creo que mi
última sesión será en 2 o 3 días, y dependiendo de mi estado en esta última
sesión, me darán salida. No puedo esperar para ver a David. A pesar de que esté
aquí recluida, estoy casi segura que él está pensando en mí, y me esperará a la
salida el día en que pueda recobrar mi libertad, mientras tanto no queda más
sino prepararme para lo que vendrá.>>
<<Martes*, 21 de Diciembre, 1995
Finalmente, la última terapia está por
venir. Me encuentro en mi habitación, sentada, acompañada por múltiples seres a
los que ya no logro diferenciar, sé que entre ellos se encuentran Jorge y
Elissa, pero hay otros 3 de quienes no tengo idea alguna sobre su existencia.
Los buitres han perdido completamente su silueta
antropomorfa, convirtiéndose en aves de inmensa envergadura, que chillan al ver
a los pacientes y cotorrean entre ellos constantemente. Con su olor nauseabundo
nos siguen a todos lados, a veces entre todos acorralan a alguno de nosotros y
nos lanzan picotazos hasta dejarnos inmóviles, en el suelo.
En el patio del sanatorio he podido
divisar un cielo rojizo, bajo el cual gozan los buitres posarse entre los
árboles para tomar un poco del cálido sol de ocaso mientras nos vigilan con su
mirada penetrante y agresiva.
Ya han llegado por mí; los seres se han
apartado de mi lado, como despidiéndome, han tomado lugar pegados a las
paredes. Me inmovilizarán y me atarán a la cama donde recibiré mi última
descarga. Me siento sumamente débil, espero pueda soportar esta sesión, siento
un profundo terror pues podría llegar a morir.
Marion no ha vuelto a aparecer, creo que
finalmente le han borrado del todo de mi ser. Espero que no vuelva, pues su
compañía es algo que, sinceramente, no extrañaré.>>
Habiendo terminado de escribir estas
últimas líneas, los buitres le tomaron bruscamente, la desvistieron y le ataron
ropas de fuerza las cuales amarrarían a la camilla que sería el vehículo hacia
su última sesión.
El pabellón que conducía directamente
hasta allí estaba siendo remodelado, lo que causó que tuvieran que desviarse
por el ala este de la clínica, lo que al parecer disfrutaban los buitres en
demasía, pues su gorgoritear era asquerosamente burlón.
Los internos se asomaban a las puertas
para verle pasar, mientras Caroline sólo se limitaba a darles un leve vistazo,
en el que su obstinación era notada en su mirar y la posición que tomaba su
cuerpo, siempre altiva, casi divina.
Finalmente entraron a la sala, donde los
entes que le acompañaban, invisibles a las demás personas, se negaron a entrar,
habían detenido su paso en la puerta. Elissa se asomó una última vez por entre
la ranura que se escapaba al cerrarse las puertas bruscamente y volverse a
abrir debido a un rebote de energía.
Mientras colocaban los electrodos a ambos
lados de la frente, Caroline de repente notó cómo de su ser, desde la misma
posición, se levantaba Marion, emergiendo fuera de sí, y posteriormente
deteniéndose, ahora de pie, junto al cuerpo de Ka.
Al iniciar los choques, Ka pudo divisar
entre su profundo dolor la cara de pesadumbre de Marion, a quien sólo le pudo
escuchar susurrar –Tú ganas, no puedo soportar más. Te abandonaré, pero es muy
probable que regrese por ti. Me harás mucha falta y esperaré con ansias el día para
verte… me esperarás, ¿cierto? –
Después de pronunciar esto, Marion, se
dirigió hacia la salida mientras Caroline continuaba sufriendo postrada en la
camilla. Dicha sesión fue de intensidad absurda causando que Ka tuviese que ser
trasladada a urgencias, puesto que había caído en un coma inconsciente, del
cual despertaría para el 23 de Diciembre.
…
<<Domingo, 24 de Diciembre, 1995
Finalmente se ha marchado, le vi con tal
nítidez que no podría creérmelo si le viese de nuevo. Todavía me siento algo
somnolienta, pero son mayores mis ganas de marcharme de este maldito antro.
Espero con ansias que me den la salida, he
empacado todo y he hablado durante un largo rato con el Dr. Woodcock, a quien
le he comentado todo lo que ha sucedido desde que inicié el tratamiento.
También le he dejado las notas de mi diario que no fueron tachadas por Marion.
He comido con gran apetito, tanto el desayuno
como el almuerzo, el cual recién acabo de terminar, estaban deliciosos, nunca
antes me había sabido tan bien la comida de aquí.
Ya me han llamado para darme la salida,
estoy casi segura que David me estará esperando en la entrada, me abrazará y me
besará cuando me vea, ¡Cómo extraño sus labios… sus brazos!
En fin, con esto espero poder haber
finiquitado una de las etapas más caóticas de mi vida, todos mis compañeros de
residencia se han juntado para darme una calurosa despedida. Espero que en realidad
puedan mejorar y que en algún momento sean capaces de sentir la felicidad que
en este instante estoy experimentando, tan profunda, que siento que mi corazón
por poco y se saldrá de mi pecho. Adiós y hasta nunca.>>
Caroline salió portando su mejor vestimenta,
los buitres hacían ademanes cargados de brutal cinismo a su paso. Al emerger
hacia la intemperie notó que llovía, caían cálidas gotas, refrescantes como
ninguna ducha que hubiese tomado en su vida, pues era para ella era uno de los momentos
más felices, ya que finalmente regresaría al lado de quien tanto amaba. Vio de
repente una figura distante y difusa que agitaba sus brazos por lo alto como en
señal de saludo, en extremo, eufórico. Corrió a su encuentro, con lágrimas que
brotaban de felicidad. Más al encontrarse en la mitad de la calle, no divisó un
alma, había sido un espejismo, producto de su reciente confusión.
Estuvo entonces bajo la lluvia a la
expectativa del amparo de algún conductor que pudiese llevarle hasta la ciudad.
En su espera, se empaparon sus mejores ropas y su loción se cayó,
desvaneciéndose entre el fluido inerte que caía sobre su ser. Finalmente pasó
un gran tractor, cuyo conductor se enterneció al observar la talante escena que
se propiciaba. Caroline le abordó y agradeció con una sonrisa sincera, aunque estuvo
callada, al borde de la estupefacción, el resto del camino.
Al llegar a la casa, notó el mal estado de
la misma.
Entró con facilidad, pues el cerrojo de la
puerta principal estaba dañado y cualquiera que empujase con un poco de ímpetu,
sería capaz de abrir sin mayor dificultad.
David se encontraba en el sofá de la sala,
tirado y con el brazo todavía atado tras haberse inyectado una dosis importante
de heroína. Caroline pasó su mirada sobre este ser, y en una especie de shock
nervioso se dirigió a su habitación. Estando acostada con la cara pegada al
colchón, Caroline lloró amargamente mientras escuchaba la lluvia caer, la cual
le resultaba como única compañía en su desolación.
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