jueves, 16 de julio de 2015

Capítulo V

LIBRO SEGUNDO

Anécdotas


V

<<Viernes, Noviembre 24 de 1995.

Han pasado 7 meses desde que él me internó. Sólo le he visto dos veces desde entonces; sin embargo, ha sido un proceso arduo y muy doloroso, donde he perdido significativos fragmentos de mi memoria.

Todavía hay cosas que intento recordar, pero hay otras que ni siquiera me interesa tener entre mis recuerdos pero que, todavía, siguen presentes.

He intentado revisar notas de diario anteriores, pero ella continúa rayándolas, dejándolo totalmente ilegible, salvo por pequeños fragmentos aislados que pueden tener ciertas conexiones que todavía no logro descifrar. ¡Maldita! Desde la confrontación, ella, se ha vuelto más dañina, y he llegado a odiarle profundamente.

Mañana tengo una sesión definitiva con el médico en cargo, quien dictaminará si mi recuperación fue del todo exitosa y si así fuere, me daría salida para el próximo mes. Para eso he estado estudiando las pruebas rutinarias que me ha traído Elissa, pues hace poco pudo hacerse con la llave de la dirección, donde guardan toda la papelería importante.

Temo un poco por ella… ¿qué tal si la descubren? Su situación aquí no es la mejor y no quiero que empeore por mi culpa. No aguantaría cargar con más culpa de la que sostengo ahora.

En fin, he podido dar con un patrón de respuestas lo suficientemente aceptable como para  resultar siendo dictaminada como sana. Por las noches he repetido dicho patrón como si fuesen las tablas de multiplicar, pues no me puedo dar el lujo de perder esta oportunidad de salir de aquí.>>


Era una mañana clara, el sol irradiaba cándidos rayos que cruzaban la ventana, alta y en extremo pequeña. Ingresó a la oficina donde residía el doctor de planta, acompañado por el Dr. Woodcock y una tanda de aprendices que buscaban aprovechar tan inminente oportunidad para tomar de ella los más mínimos indicios que indicaran la falencia sugestionada de su psiquis, con el único fin de ganar cierto prestigio irritante, el cual cargarían como uno de los primeros aportes a su, prontamente, ego de indefinibles magnitudes.

Todos sus ojos se posaron sobre sí, casi saltando de sus órbitas. Tomó asiento y saludó, evento que dos o tres aprendices anotaron en sus cuadernillos, mientras los demás permanecieron inmóviles, inmaculados, envueltos cual espectros en batas blancas y zapatillas de aspecto descarado.

Woodcock cargaba una mueca de soberbia y confianza, la cual depositaba en su habilidad que, muy posiblemente, de realizar a cabalidad su actuación, podría sacarla de allí bien librada.

Su actuación debía ser impecable y fulminantemente natural. Empezó el cuestionario tal y como lo había meditado durante largas noches. Todos le miraban con aguda perspicacia, la cual sentía como alfileres en cada punto donde su mirada descansase; pero su retórica, cosa de la que siempre se había vanagloriado, empezaba a causar un efecto desesperanzador en aquellos corazones, todavía jóvenes, que impacientes buscaban alguna falencia o indicio de su renuente enfermedad.

Al pasar la pregunta 15, hubo un cambio inesperado, cosa que no había previsto.

- ¿Experimentan un nuevo método conmigo?, Pensó al escuchar la actividad propuesta.

Tenía que diferenciar entre 20 fotografías de personas acostadas con los ojos cerrados, quiénes de ellos estaban muertos y quiénes se encontraban durmiendo.

Dicho ejercicio le intimidó instantáneamente, mientras se detenía a pensar y a detallar una por una las fotografías, los estudiantes se miraban entre sí ahora algo confiados y despectivos, esperando al primer movimiento que les daría pie para lanzarse sobre este ser y destrozar su futuro, inquiriendo sesgadamente sobre todos los gestos y movimientos de la “paciente” cuyo estado actual le asemejaba más a un reo siendo juzgado injustamente.

De repente escuchó desde su interior una voz que clamaba.

 — Déjame tomar control desde aquí, pues es nuestro bien el que está en juego—

- ¡No! Conociéndote, no harás más que errar en las pruebas a propósito con el único motivo de continuar viéndome sufrir encerrada en este antro.

- ¿Acaso crees que yo no estoy harta de estar aquí? Préstame tu cuerpo unos minutos y verás cómo en cuestión de días estaremos otra vez afuera. No hay forma alguna que en tus capacidades puedas soportar este tipo de exámenes.

Caroline, internamente, cedió su cuerpo a este ente. Todo se nubló a su vista y empezó a sentir sueño, cerró los ojos y durmió mientras su otro yo llevaba a cabo lo que restaba de la entrevista.


<<Lunes, Noviembre 27 de 1995.     

Creo tener una explicación para la que Marion haya destrozado las notas de diario. A fin de cuentas, a pesar de sus intenciones, debo admitir que es bastante astuta.

Muchos de mis escritos se encuentran por ahí regados en papeles sueltos o atados en manojos por grupos de días aleatorios. Estoy casi segura que ella se ha dado cuenta que el personal de la institución revisa constantemente mis pertenencias, y para evitar detalles que puedan afirmar más mi condición, ella tacha o destruye muchos de mis apuntes sobre las cosas que pasan cotidianamente.

Después de la entrevista, he despertado hasta el día domingo, no recuerdo muchas cosas y sobre las que alcanzo a rescatar algo, sólo tengo leves imágenes que se difuminan después de un rato.

Todavía no sé qué tan bien nos haya podido ir.

He visto pasar varias veces al Dr. Woodcock frente a mi puerta, aunque no se ha atrevido a entrar, se ha quedado observándome con notoria pesadez.

El almuerzo estaba algo desabrido, como de costumbre.

Elissa ha venido a hablarme de varias cosas, entre ellas, algunas que parecían no tener sentido, saltaba entre ideas y, sus conjeturas, no contaban con fundamento. A pesar de esto vi en ella una señal, una mirada algo esperanzadora, pero, a la vez, algo desesperada, era la mirada que se le da a aquellos que serán expuestos a terapias de electrochoques.

Asimilar esto fue algo difícil, pero si no hay otra opción, tomaré esta salida para poder, finalmente, conseguir mi libertad.>>

Mientras Caroline terminaba de escribir en su diario, el Dr. Woodcock, quien pasaba por octava vez frente a su habitación, se decidió a entrar.

Su rostro ya no lucía como antes, sus mejillas rojizas enmarcaban un aspecto lúgubre y sus pesadas cejas se hallaban enfiladas casi mecánicamente para evitar cualquier expresión o sentimiento que pudiese emanar de su ser.

Al atravesar la puerta, Caroline le dirigió una mirada rápida y continuó escribiendo, pero al notar a dos buitres (éste era el apodo que le tenían al personal del hospital que se encargaba del manejo de los pacientes) que le acompañaban, mermó su escritura y se sentó en una posición erguida y desafiante ante la presencia de tan detestables seres.

- Sabes que los rumores inundan los corredores de esta institución, ¿cierto?, Dijo Woodcock como inicio a lo que sería su discurso de sentencia.

Caroline asintió con la cabeza, detalle que alebrestó a los irascibles buitres, cuyos ceños se encontraban, ahora, tan fruncidos que por poco y dejarían se ser visibles los bellos en sus cejas.

Woodcock soltó un hondo suspiro.

- ¿Recuerdas lo que pasó el día sábado?, Preguntó mientras tomaba sus lentes con cuidado, disponiéndose a limpiar los cristales que se encontraban impregnados de grasa y mugre.

Caroline, ya no tan inocente de su condición, dio una respuesta afirmativa, con un sí que resonó en todo el cuarto.

- ¿Recuerdas la respuesta que diste a la pregunta 15?, Cuestionó nuevamente el doctor con un pesar indescriptible.

Caroline, empezó a balbucear, gritando para sus adentros, gimiendo por ayuda de Marion, quien le había abandonado desde su despertar. Mas al no poder dar una respuesta concisa, los temores del doctor se volvieron más y más agudos.

- El fin específico de esta visita es la retroalimentación de los resultados del diagnóstico hecho días atrás. Continuó Woodcock. Según los tratantes, tu condición ya se encuentra mucho mejor a como lo era en el momento en que ingresaste aquí. Sin embargo, tu personalidad alterna ha empezado a convivir contigo, lo que es un factor agravante del asunto, pero ventajoso, desde otra perspectiva. Te darán la salida en diciembre, pero tendrás que seguir un riguroso procedimiento para poder lograr esto.

La mirada de Caroline predecía los movimientos vocales del doctor, antes de que lo pronunciase, sabía con exactitud cuáles serían las palabras que emergerían de él.

Hubo una pausa, seguida de una afirmación que heló cada hueso del cuerpo de Caroline.
- Serás expuesta a terapia electroconvulsiva. Finalmente, al decir esto, el Dr. Woodcock sintió un gran desplome del lastre que cargaba a cuestas, y que no le había permitido anteriormente expresarse con la libertad con la que usualmente lo hacía.

- ¿Qué cambio esperan que suceda con esta terapia, que más que terapia, para mí, será muy seguramente un martirio?, Respondió Caroline con voz benevolente, ante la sumisa expresión que ahora brotaba de su interlocutor.

- Bueno, entiendo tu posición, esta técnica es una de las más agresivas en cuanto al tratamiento de pacientes con problemas mentales. Primero iniciarás una etapa de medicamentos fuertes, con efectos desagradables, luego, cuando la medicación permita un manejo algo confiable de tu otra entidad, se procederá a eliminarla de la zona cerebral donde se aloja por medio de estos electrochoques. Puede que en el proceso pierdas pocas o muchas memorias y hasta rasgos de tu propia personalidad, es por esto que intenté oponerme a toda costa a este tratamiento, pero fracasé en mi empresa y ahora te someterán a esto… Agitado y con respiración dificultosa, el Dr. Woodcock hizo una pausa para recobrar su aliento, inhaló profundamente y colado entre el suspiro de su exhalar, gimió: –perdóname.

- ¿Cuándo empezará la terapia?

- Inmediatamente, ya habiendo dado tu consentimiento, empezarás a tomar las píldoras a la hora de la cena.

Caroline asintió una última vez, y sin necesidad de pronunciar palabra, el Dr. Woodcock se incorporó, dio media vuelta y antes de salir de la habitación le dirigió una última mirada compareciente.


<<Martes, 7 de Diciembre, 1995.

Por poco y no logro dar correctamente con el día… hoy es jueves. Los medicamentos son mucho más fuertes de lo que habría  podido imaginar.

La noción de realidad se tergiversa cada vez más, y los cambios espontáneos entre mi persona y Marion son más impredecibles. Los médicos indican que tendrán que asumir una variación del tratamiento, induciendo un control casi total de la otra entidad que reside en mí.

No he vuelto a ver al Dr. Woodcock, o al menos no recuerdo haberlo visto, tampoco recuerdo cuando fue la última vez que probé bocado, sin embargo, siento una saciedad irritante.

A veces creo ver personas que no están allí, hace algunos días, no sabría decir con exactitud cuántos, creí ver a Jorge, sollozando, como de costumbre, junto a mi puerta.

En 3 días empezaré las terapias de electrochoques, una sensación de abatimiento inunda mi ser.

Marion ha estado haciendo de las suyas a diestra y siniestra, al parecer no está para nada contenta con la forma en la que se va a proceder en este tratamiento, aunque me impacienta pensar quién de las dos será la que desaparecerá.

Empiezo a dudar de mi misma existencia.

Hoy he pasado cerca de la sala de choques, escuché gritos sumamente agudos, lo que acentuó en mí un profundo terror que venía almacenando, alimentando con los rumores y experiencias de personas que han sido sometidas a esta clase de actos barbáricos.

¡Maldita medicina!

¡Malditos médicos! Petulantes y engreídos, haciendo sufrir a cuanto ser encuentran, su vocación se vería mejor en una carnicería o en el matadero de un reclusorio de animales enfermos que prontamente serán sacrificados.

Eso he de ser para ellos, un sacrificio en nombre de su preciada medicina.

He empezado a sentirme somnolienta otra vez, ha de ser Marion llamando.>>


<<Mi… miércoles (?), 12 de Diciembre, 1995.

Hoy he notado que todos en el hospital tienen ciertos defectos en su rostro, no sé si es que mi percepción se ha agudizado por causas del tratamiento o si solamente deliro.

Dichos pequeños detalles se acentúan según ciertos movimientos y conductas; como si fuesen de plástico, se deforman, dislocan sus mandíbulas y sus cráneos se agrietan.

No logro recordar con certeza acciones que acabo de realizar, y cuando me he sentado en la sala de estar junto a los demás veo que todos quienes están detrás del vidrio de seguridad actúan con acentuados síntomas de lo que podría ser diagnosticable como graves enfermedades mentales, aunque los “locos” nos encontremos del otro lado.

También he escuchado sonidos provenientes de las paredes del hospital. Deben ser los mecanismos que activan drogas psicomotoras para mantenernos locos, pues al fin y al cabo, este sitio, como todos, es una institución que hace parte de una economía. Si todos los pacientes mejorasen y pudiesen salir, entonces ¿de qué vivirían?

Los buitres han empezado a mudar, he visto su plumaje regado por doquier en el hospital, ha de ser la brutalidad de las golpizas que al ejercer tal fuerza, se alcanzan a desprender sus plumas de apariencia putrefacta.

Jorge se ha aparecido ante mí en repetidas ocasiones, cada vez se hace más frecuente, y lo único que hace es preguntarme por Natalia. Yo, sinceramente, le comento lo que ha ocurrido desde la última vez que nos vimos, aprovechando para desahogarme y comentarle a cerca del avance de su hermana.

A quien no he vuelto a divisar es a Elissa, escuché que se ha metido nuevamente en problemas y le han recluido en confinamiento solitario. Pobre Elissa. Según lo que me han explicado, ella sufre de un desorden obsesivo compulsivo bastante grave. Quién sabe si sea capaz de soportar dicho aislamiento.

Marion ha estado inactiva, han de ser las terapias que le mantienen calmada. Lo bueno del asunto es que yo no he tenido que sufrir, puesto que la aplicación se realiza cuando ella se encuentra en vigilia.

Me han dicho que según el avance, podré salir para navidad.>>

<<Viernes*, 18 de Diciembre, 1995

Tras una brutal paliza de uno de los buitres, Elissa ha muerto. Jorge me dice que está bien, y que por fin obtuvo el reposo que, desde que llegó aquí, anheló.

El personal médico ha encubierto tan desagradable acontecimiento bajo la propia responsabilidad de Elissa, dicen que la malnutrición y las autoflagelaciones fueron el principal causante de su muerte.

He perdido totalmente el sentido del tiempo, pues, finalmente, es algo meramente relativo.

En la última terapia estuve presente, es bastante dolorosa y creo que Marion se está empezando a retractar de la decisión tomada. A causa de esto, ha perdido  en gran medida su lucidez; al hablar se enreda, se confunde y se pierde en la conversación. Esta mañana a la hora del desayuno intentó decirme algo pero su voz, cortada, sólo pudo pronunciar un par de palabras. Creo que en realidad le está afectando profundamente. Yo no he notado mayor cambio en mis comportamientos, sólo una gran desorientación y malestar general.

El Dr. Woodcock ha pasado varias veces en estos días, preguntando sobre mi estado de salud y cómo me siento. Creo que finalmente él es uno de los pocos que realmente se preocupan por el bienestar de los que estamos aquí, aunque al inicio sea un poco petulante y despectivo, en el fondo, es una buena persona.

Mi percepción de la realidad se ha deformado tanto que a la hora del almuerzo no he podido probar bocado, pues lo que estoy segura que fueron espaguetis los veía como gusanos de seda, los cuales son muy comunes encontrar como comida en medio oriente, pero para mi gusto son enteramente despreciables, tanto así que de sólo verlos me han provocado unas náuseas irrefrenables.

Desde la muerte de Elissa, los estruendos provenientes de las paredes se producen cada vez más seguidos. He podido divisar los gases con los que nos anestesian, colarse por entre las ventilas, y los buitres, ahora, usan máscaras para evitar caer bajo el efecto nocivo de estos químicos. Tal vez a esto se refería el Dr. Woodcock con “tratamiento con medicamentos fuertes”, inherentes a la terapia conjunta de electrochoques.

Hablando de los choques, creo que mi última sesión será en 2 o 3 días, y dependiendo de mi estado en esta última sesión, me darán salida. No puedo esperar para ver a David. A pesar de que esté aquí recluida, estoy casi segura que él está pensando en mí, y me esperará a la salida el día en que pueda recobrar mi libertad, mientras tanto no queda más sino prepararme para lo que vendrá.>>


<<Martes*, 21 de Diciembre, 1995

Finalmente, la última terapia está por venir. Me encuentro en mi habitación, sentada, acompañada por múltiples seres a los que ya no logro diferenciar, sé que entre ellos se encuentran Jorge y Elissa, pero hay otros 3 de quienes no tengo idea alguna sobre su existencia.

Los buitres han perdido completamente su silueta antropomorfa, convirtiéndose en aves de inmensa envergadura, que chillan al ver a los pacientes y cotorrean entre ellos constantemente. Con su olor nauseabundo nos siguen a todos lados, a veces entre todos acorralan a alguno de nosotros y nos lanzan picotazos hasta dejarnos inmóviles, en el suelo.

En el patio del sanatorio he podido divisar un cielo rojizo, bajo el cual gozan los buitres posarse entre los árboles para tomar un poco del cálido sol de ocaso mientras nos vigilan con su mirada penetrante y agresiva.

Ya han llegado por mí; los seres se han apartado de mi lado, como despidiéndome, han tomado lugar pegados a las paredes. Me inmovilizarán y me atarán a la cama donde recibiré mi última descarga. Me siento sumamente débil, espero pueda soportar esta sesión, siento un profundo terror pues podría llegar a morir.

Marion no ha vuelto a aparecer, creo que finalmente le han borrado del todo de mi ser. Espero que no vuelva, pues su compañía es algo que, sinceramente, no extrañaré.>>


Habiendo terminado de escribir estas últimas líneas, los buitres le tomaron bruscamente, la desvistieron y le ataron ropas de fuerza las cuales amarrarían a la camilla que sería el vehículo hacia su última sesión.

El pabellón que conducía directamente hasta allí estaba siendo remodelado, lo que causó que tuvieran que desviarse por el ala este de la clínica, lo que al parecer disfrutaban los buitres en demasía, pues su gorgoritear era asquerosamente burlón.

Los internos se asomaban a las puertas para verle pasar, mientras Caroline sólo se limitaba a darles un leve vistazo, en el que su obstinación era notada en su mirar y la posición que tomaba su cuerpo, siempre altiva, casi divina.

Finalmente entraron a la sala, donde los entes que le acompañaban, invisibles a las demás personas, se negaron a entrar, habían detenido su paso en la puerta. Elissa se asomó una última vez por entre la ranura que se escapaba al cerrarse las puertas bruscamente y volverse a abrir debido a un rebote de energía.

Mientras colocaban los electrodos a ambos lados de la frente, Caroline de repente notó cómo de su ser, desde la misma posición, se levantaba Marion, emergiendo fuera de sí, y posteriormente deteniéndose, ahora de pie, junto al cuerpo de Ka.

Al iniciar los choques, Ka pudo divisar entre su profundo dolor la cara de pesadumbre de Marion, a quien sólo le pudo escuchar susurrar –Tú ganas, no puedo soportar más. Te abandonaré, pero es muy probable que regrese por ti. Me harás mucha falta y esperaré con ansias el día para verte… me esperarás, ¿cierto? –

Después de pronunciar esto, Marion, se dirigió hacia la salida mientras Caroline continuaba sufriendo postrada en la camilla. Dicha sesión fue de intensidad absurda causando que Ka tuviese que ser trasladada a urgencias, puesto que había caído en un coma inconsciente, del cual despertaría para el 23 de Diciembre.




<<Domingo, 24 de Diciembre, 1995

Finalmente se ha marchado, le vi con tal nítidez que no podría creérmelo si le viese de nuevo. Todavía me siento algo somnolienta, pero son mayores mis ganas de marcharme de este maldito antro.

Espero con ansias que me den la salida, he empacado todo y he hablado durante un largo rato con el Dr. Woodcock, a quien le he comentado todo lo que ha sucedido desde que inicié el tratamiento. También le he dejado las notas de mi diario que no fueron tachadas por Marion.

He comido con gran apetito, tanto el desayuno como el almuerzo, el cual recién acabo de terminar, estaban deliciosos, nunca antes me había sabido tan bien la comida de aquí.

Ya me han llamado para darme la salida, estoy casi segura que David me estará esperando en la entrada, me abrazará y me besará cuando me vea, ¡Cómo extraño sus labios… sus brazos!

En fin, con esto espero poder haber finiquitado una de las etapas más caóticas de mi vida, todos mis compañeros de residencia se han juntado para darme una calurosa despedida. Espero que en realidad puedan mejorar y que en algún momento sean capaces de sentir la felicidad que en este instante estoy experimentando, tan profunda, que siento que mi corazón por poco y se saldrá de mi pecho. Adiós y hasta nunca.>>

Caroline salió portando su mejor vestimenta, los buitres hacían ademanes cargados de brutal cinismo a su paso. Al emerger hacia la intemperie notó que llovía, caían cálidas gotas, refrescantes como ninguna ducha que hubiese tomado en su vida, pues era para ella era uno de los momentos más felices, ya que finalmente regresaría al lado de quien tanto amaba. Vio de repente una figura distante y difusa que agitaba sus brazos por lo alto como en señal de saludo, en extremo, eufórico. Corrió a su encuentro, con lágrimas que brotaban de felicidad. Más al encontrarse en la mitad de la calle, no divisó un alma, había sido un espejismo, producto de su reciente confusión.

Estuvo entonces bajo la lluvia a la expectativa del amparo de algún conductor que pudiese llevarle hasta la ciudad. En su espera, se empaparon sus mejores ropas y su loción se cayó, desvaneciéndose entre el fluido inerte que caía sobre su ser. Finalmente pasó un gran tractor, cuyo conductor se enterneció al observar la talante escena que se propiciaba. Caroline le abordó y agradeció con una sonrisa sincera, aunque estuvo callada, al borde de la estupefacción, el resto del camino.

Al llegar a la casa, notó el mal estado de la misma.

Entró con facilidad, pues el cerrojo de la puerta principal estaba dañado y cualquiera que empujase con un poco de ímpetu, sería capaz de abrir sin mayor dificultad.


David se encontraba en el sofá de la sala, tirado y con el brazo todavía atado tras haberse inyectado una dosis importante de heroína. Caroline pasó su mirada sobre este ser, y en una especie de shock nervioso se dirigió a su habitación. Estando acostada con la cara pegada al colchón, Caroline lloró amargamente mientras escuchaba la lluvia caer, la cual le resultaba como única compañía en su desolación.

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