jueves, 30 de julio de 2015

Capítulo VII (III)

III

<<Miércoles, 13 de Septiembre, 1995

Elissa hasta ahora se ha enterado de la muerte de Jorge un paciente con un autismo severo que falleció hacía algunos meses.

La estadía en este hospital, ya más profundamente, me ha hecho reflexionar acerca de temas filosóficos inconexos que me han hecho crecer bastante. Entre estos encuentro el caso de la “hermana” de Jorge, Natasia.

El caso de Natasia es bastante complejo, es una mujer de unos 24 años, aproximadamente, quien nació sin los sentidos del habla, la escucha ni la vista, lo que le dificulta en extremo la comunicación con otras personas y el aprendizaje de nuevas cosas.

Tan grandes son las limitaciones que esta mujer experimenta, que a la edad que tiene actualmente, sólo ha aprendido lo que un niño de 7 años sabría, lo que causa una gran impresión sobre la condición de un ser humano, y sobre todo el desamparo al que fue sometida desde sus primeros días.

Natasia nació en un hospital del norte. Su padre murió antes de su nacimiento y su madre la abandonó en un hospital psiquiátrico, aconsejada por varios médicos quienes le infundieron una idea sumamente exagerada a cerca de lo que podría ser la crianza de un ser en tal condición. Desde entonces no ha tenido hogar y ha venido siendo trasladada a centros que se puedan ocupar de su instrucción, pero debido a la falta de responsabilidad por parte de su madre, ha sido rechazada en muchas instituciones.

A veces me gustaría poder enseñarle a escribir para que pudiese exteriorizar todo lo que ha pasado a través de su vida, de tan sólo imaginar qué clase de pensamientos puedan atravesar la mente de una persona así, me genera escalofríos.


El doctor Woodcock me ha avisado hoy que David ha llamado, anunció que vendrá a visitarme mañana, ¡tengo tantas ganas de verle! Pero últimamente el insomnio no me deja pasar tranquilas noches.

Desearía poder dormir lo que queda de la noche para que al despertar le viese y pudiese abrazarle y besarle.

¡Cuánta falta me has hecho!

Los días han pasado largos y etéreos a mi percepción. No me siento distinta a como me encontraba en casa. Bueno, sí, la única diferencia es que aquí estoy encerrada sin poder salir. Los medicamentos que me han dado según el diagnóstico con el que concluyeron, sólo me atontan y reducen mis capacidades casi hasta el atrofio aunque “padezco” intervalos de lucidez en los que aprovecho para escribir, como en este instante o para socializar fraternalmente con Elissa.

…¡Oh, Elissa!

Es increíble cómo en mi vida diaria interactuaba con personas comunes, algo mediocres, que no tenían mayor pensamiento aparte de lo impuesto por los medios y la cultura basura de las comidas rápidas. Ahora que tengo la oportunidad de conversar con Elissa empiezo a preguntarme si ella en realidad sufre de algún trastorno, pues cuando hablamos su comportamiento es totalmente normal, dentro de los parámetros sociales. Sin embargo, muchas de sus ideas, las cuales algunas son algo descabelladas, me han impactado profundamente, su educación, a pesar de que es algo corta, ha sido bien aprovechada, le gusta mucho la lectura y conoce sobre temas trascendentales como filosofía, música y literatura universal. Es bastante audaz e ingeniosa, me gustaría parecerme un poco a ella en algunos aspectos, porque, como todo ser humano, también posee defectos, a veces es algo imprudente y no mide algunas de sus acciones que puedan tener consecuencias graves.

Varias veces se ha metido en problemas debido a esto y los castigos han sido severos.

Ya son las 8… pronto apagarán las luces y voy sintiendo el llamado a los brazos de Morfeo, intentaré dormir lo más posible, pues hacía mucho tiempo no esperaba el mañana con tanta ansiedad.>>

Esa noche, Caroline buscó el descanso, pero al no poder hallarlo, estuvo silenciosa en la penumbra maquinando pensamientos impuros con respecto a su situación y con respecto a David. Ella le amaba, pero había algo en su inconsciente, tal vez en su contraparte, que continuamente le cuestionaba su actuar, pues los hechos que habían ocurrido, hasta ese instante, eran “pruebas” inéditas de que su amor no era correspondido, más, inevitablemente, Ka, continuaba engañándose a sí misma a cerca de esta condición lo que le cargaba emocionalmente y la incertidumbre de los sucesos que acontecerían al día siguiente empezaron a carcomer su alma.

Estuvo en vigilia hasta entradas las horas de la madrugada, cambiándose de posición con el fin de poder divisar la luna, en cuarto menguante, que se colaba por la pequeñísima, y única, ventana de su sitio de reposo.

Su cuerpo reflejaba la luz de la luna, desnuda se posó bajo los rayos caucásicos que iluminaban su melancólica existencia. Cuando finalmente sintió deseos de dormir, se vistió nuevamente y tendió su humanidad acechada por ideas que revoloteaban por doquier en los sinfines de la habitación.


A la mañana siguiente, seres lujuriosos le despertaron bruscamente; babeantes, observaban con deseo su ser, a lo que ella respondía con la más fría mirada de desprecio.

Tomó una ducha congelada, lo que le espabiló inmediatamente, pues el agua le hacía tiritar por su glacial temperatura. Entumecida, se dirigió al comedor, donde les sirvieron huevos mal cocidos y chocolate en agua, lo que devoró con bestial apetito.

Se hallaba, más que impaciente, distante, pues no sabía a ciencia cierta a qué horas el altavoz anunciaría la llegada de tan esperado ser. Mientras tanto, Elissa le acompañaba, le relataba por quinceava vez la historia de cuando estuvo de vacaciones en Indonesia. Caroline era bastante tímida como para pedirle que se detuviese, pues finalmente no tenía nada más que hacer, aunque se supiera de memoria la historia que su interlocutora repetía en ocasiones de ocio extremo. Algunas veces inventaba variaciones de este relato, con trazos de fantasía perceptibles a simple vista, lo que dejaba por sentado la añoranza de realizar viajes, los cuales resultaban imposibles de llevar a cabo mientras estuviese aprisionada en tan desdichado recinto.

Fue el almuerzo y todavía no se había anunciado la llegada de David; entre más tiempo pasaba, más prestaba atención a lo que Marion le susurraba maléficamente al oído.

Al atardecer, sus esperanzas continuaban en pie, algo debilitadas por la larga espera que le habían hecho pasar, pero creía, o intentaba creer, con toda seguridad, que él vendría a verle. Estuvo sola en el césped del claustro, recostada, observando las nubes pasar, divisando formas inherentes y fantaseando sobre su futuro incierto.

Acompañó a Natasia, como lo hacía ciertos días a la semana, intentando enseñarle diferentes conceptos, pero le resultaba bastante engorroso, pues su percepción era totalmente distinta que la de un ser humano en todas sus facultades.

El ocaso se hacía cada vez más próximo y hasta el momento no se habían dado señales de David, Caroline se dirigía disgustada y cabizbaja hacia su habitación donde entrañaría sus peores pensamientos y como si hubiesen adivinado sus intenciones, de pronto el altavoz hizo su llamado: aquél que había estado esperando.

*Caroline, tienes visita*

Su corazón sintió un gran alivio. – Como siempre llegando tarde. Pensó en tono agridulce.

Al llegar a la recepción vió al Dr. Woodcock hablando con David. Su aspecto era infausto. Las ropas que traía estaban sucias y rotas, su cara se encontraba mucho más delgada que de costumbre y la sonrisa que emergió de sí al ver a Ka era dolorosa.

Caroline corrió y le abrazó fuertemente. – ¿Dónde habías estado?

- Trabajando, este hospital me resulta bastante caro, y tú lo sabes. Pero, ¿cómo has estado, cómo te sientes?, Preguntó mientras su voz se tambaleaba.

- Bien… Me has hecho mucha falta. No te imaginas lo que he pasado aquí, ¡ven! Te contaré todo.

- La verdad es que no puedo demorar demasiado, mi segundo trabajo me espera y no estoy nada cerca de allí.

Caroline soltó un suspiro profundo mientras David no apartaba la mirada de ella.

- ¿Sabes? He estado pasando las noches libres en el cuarto de Alexander.

- ¿Acaso? ¿Qué ocurre allí?, Preguntó Marion disgustada.

- Nada, sólo… me dejo llevar por pensamientos y cuando me doy cuenta, me encuentro recostado al lado de su cuna.

- ¡Deja de ser tan infantil! ¡Él ya no está y nunca volverá! Gritó de repente.

David agachó su cabeza y gimió levemente, intentando no dejar escapar las lágrimas que le acompañaban desde hacía muchas semanas.

- Me voy. Dijo de súbito, a lo que Marion respondió altiva:

- ¡Eso! ¡Lárgate y déjanos tiradas como siempre haces! Esta chiquilla no hace más que pensar en ti, me tiene hastiada con su melosería empalagante, cuando de ti se trata. Lo mejor sería que dejases de alimentar esa ilusión que ella ha construido de lo que sólo son mentiras enmarañadas con las que intenta tapar tu egoísmo.

- ¿¡Dejarlas tiradas!? ¿Acaso comprendes lo que me estás diciendo? Trabajo día y noche para pagarte este maldito antro y ¿es así como me respondes? No digas cosas que de las que te puedas arrepentir.

Dijo ya bastante sulfurado.

- ¡No te olvides que cuando más te necesitábamos estabas pudriéndote en las drogas! Les amabas más que a nosotras, y sólo fuimos un reemplazo mientras estuvimos cargando con tu vástago.

De repente sonó un golpe seco.

David había abofeteado a Marion y su rostro empezaba a enrojecerse por la severidad del golpe. Su mirada iracunda le penetraba, mientras que ella continuaba con su rostro girado.

- Perdóname. Dijo Ka, finalmente. Todavía siente mucho rencor hacia ti, pero sólo he de culparme a mí misma por dejarme convencer de sus bífidos comentarios. Hasta algún punto han de tener razón, ¿no crees?

Hubo un corto silencio.

- Procura no meterte en problemas. Habiendo dicho esto dio media vuelta y se marchó de allí.

Marion, iracunda, se dirigió a la habitación. Gritaba y gemía con desesperación, mientras Caroline, internamente, buscaba la calma del enardecido ser.

La gran rabieta le desgastó en sobremanera, cayendo inconsciente tras un largo período de alaridos y contorsiones indecibles. 

Al despertar, Marion escuchó la voz de Caroline que le decía – Ahora sí pareces una puta loca, finalmente el lugar te ha afectado.

Todavía estaba oscuro, era de madrugada.


David se despertaba en su caseta, últimamente había podido dormir, pues su insomnio desaparecía tras un largo período de estupefacción y sosiego generado por la heroína. A pesar de su pesado dormitar, entre sueños le surgían visiones atormentadoras, veía a su hijo a su lado, y a su mujer del otro.

Se reacomodó para estirarse mientras removía de encima de sí las gruesas cobijas que le cubrían con un cálido abrazo. El sol empezaba a colorear el horizonte con tonos violeta y naranja.

Tocaron a su puerta suavemente.

Era Phil, quien le hacía señas para irse de allí con prontitud.

David se incorporó y organizó la caseta de forma rápida, mientras Phil prendía un cigarro en señal de espera.

- Estás vuelto mierda. Dijo Phil de repente. Indicando con sus dedos la flaqueza de rostro y la notoria pérdida de masa en todo su cuerpo. – Debes recuperarte pronto o terminarás muriendo de pena moral.
David se detuvo de lo que estaba haciendo momentáneamente y sin voltear a mirarle respondió – Justamente eso es lo que más temo. Habiendo dicho esto reanudó su labor y antes de que Phil pudiese acabar su cigarro, ya había cerrado la caseta con llave y se disponía a tomar rumbo hacia su casa, en la cual ya no encontraba un hogar, sino un recinto, una prisión para su ser.

Ya los primeros rayos de sol tocaban las copas de los árboles más altos. Phil continuaba fumando un cigarro tras otro, como si se encontrara desesperado por ver el paquete vacío, mientras David andaba a paso firme con la mirada en el suelo, recorriendo pasadizos internos en busca de las respuestas que dieran fin a su melancolía.

Al llegar a la casa de David, Phil se despidió amablemente y antes de retirarse le advirtió – Todo este asunto te tiene mal, y me parece que como lo estás enfrentando es bastante errado. Pero, ¿Quién soy yo para juzgar? En fin, si necesitas hablar con alguien no dudes en acudir a mí.

David asintió y acto seguido se sumergió en su prisión; instintivamente regresó a la habitación de Alexander.

No había comido nada desde el almuerzo del día anterior. Sus venas ansiaban el líquido profano que lo llevaría a viajes lejanos, fantasiosos e irreales.

Hacía poco había comprado una silla mecedora, en la que se sentaba a observar la cuna vacía y las pinturas en las paredes, tan llenas de recuerdos y sentimientos que su corazón agobiado intentaba contener.

Se irguió en un arrebato de conciencia y se dirigió hacia la salida de la casa, pero antes de alcanzar la puerta escuchó sollozos provenientes del cuarto de Ka.

- ¡Vamos, deja de jugarme malas pasadas! Ya tengo suficiente con todo lo que está sucediendo. Pensó, pero al escuchar nuevamente el llanto, ahora más nítido, se dirigió expectante a esta habitación.

Al llegar allí observó un pequeño bulto sobre la cama.

Cayó de rodillas y quebrantado gimió – ¿Por qué juegas conmigo? Estoy consciente que allí no hay nada, pero aun así logro escuchar un pequeño niño llorar y veo este lastimero manojo de cobijas. ¡Maldita seas, DETENTE!

Huyó de allí sin siquiera cerrar la puerta de la casa tras de sí.

Se encontraba aturdido, caminaba con poco equilibrio, tambaleándose. Chocaba con los demás transeúntes que por allí pasaban, quienes le empujaban o simplemente giraban su cabeza y le dirigían una mirada fugaz aunque llena de odio.

En sus andares notó cómo el cielo se oscurecía a causa de nubes opulentas de agua evaporada que pronto sería arrojada a la superficie de la tierra.

Al llegar a un semáforo tuvo que apoyarse en un poste para no caer al suelo. Las personas ya ni le determinaban, y el semáforo con sus luces burlonas mostraban un hombre en rojo, apagado y sangrante. En un instante observó cómo las farolas sangraban, emanaba una sustancia viscosa y maloliente, la cual era lavada por las gotas que recién anunciaban un aguacero.

Al cambiar de señal y pasar a una persona en verde, todo se esclareció. Atravesó la calle y se dirigió a un callejón oscuro donde se tendió sobre papel periódico. Sus ropas harapientas hacían juego con el escenario en el cual era pasado por pordiosero.

De pronto empezó a llover más duro. Las gotas golpeaban con gran ímpetu toda superficie sobre la que caían. David, entre el papel vio cómo más adentro del callejón se acrecentaban charcos de forma caudalosa y violenta, pues entre mayor era la superficie del charco, más gotas caían dentro de él.

Estuvo entonces bajo la lluvia, ya totalmente lavado, divisando el charco que ya casi le alcanzaba, pues había inundado aquél callejón. Observó entonces un destello azul en el medio del charco lo que le causó gran impresión. Pensó que había sido el reflejo de un trueno, aguzó el oído pero no pudo percibir el estallido del mismo contra la tierra, al divisar aquél destello por segunda vez, más pronunciadamente, se acercó hacia el charco, el cual aumentaba su profundidad a medida que se adentraba en él. Al estar en la mitad del callejón se vio cubierto por el agua hasta más arriba de las rodillas. Indeciso se detuvo un instante, más su curiosidad era mayor y la intriga palpitaba cada vez más fuerte.

Continuó adentrándose y casi llegando al final, donde el agua le llegaba al cuello, pudo notar un enorme hueco que daba desde donde se encontraba hasta la pared donde acababa el callejón. Se sumergió totalmente e intentó divisar el fondo de este profundo manantial escondido entre los muros de una ciudad ruinosa y acelerada.

Al no poder encontrar el fondo decidió subir a la superficie una vez más. Tomó una bocanada de aire y notó que debajo de sí, desde la profundidad emergía una luz, tenue pero nítida.

Decidido, se zambulló una vez más y empezó su descenso, después de pasar la capa de asfalto, la cavidad se ensanchaba, pero sin poder divisar un fondo, continuó nadando hacia la luz que a cada brazada se tornaba más clara.

Hacía rato había pasado el punto de no retorno, aquél en el que todavía es posible regresar a la superficie, el aire se escapaba de sus pulmones y su agotamiento indicaba un final próximo, pero se encontraba ahora más cerca que nunca de la luz. Un sentimiento acogedor que le irradiaba esta luz le permitía continuar descendiendo.

Faltando poco para poder alcanzar el punto de donde emergía dicha luz sintió el último ápice de aire escapar de sí.

- Finalmente, he muerto. Pensó con sosiego, guarecido por la calma que le proporcionaba la cercanía de dicha luz.

Sentía como el líquido neutro llenaba sus pulmones lentamente, mientras flotaba inerte, esperando que su sistema dejase de funcionar.

Cerró sus ojos por última vez. Más sintió la necesidad con afán inherente de volver en sí.
Al abrir los ojos se encontraba nuevamente sentado en la silla mecedora, en el cuarto de Alexander.
El sol se encontraba cercano al ocaso y en su mano derecha sostenía todavía la jeringa con la que había inyectado el analgésico opioide.

Se alistó nuevamente y sin probar bocado salió de su casa hacia la caseta donde empezaría nuevamente este ciclo repetitivo, tambaleante entre la realidad y los macabros espejismos que se irían revelando a medida que incurriera más en este hábito.


Pasaron algunas semanas sin mayor acontecimiento, Caroline continuaba su rutina usual en el hospital. Había acrecentado la compañía que brindaba a Natasia, a quien ya le reconocía y le había dado la confianza suficiente como para llegar a congeniar en algunos asuntos, sin embargo, la comunicación era, de todas formas, bastante complicada.

Elissa seguía inventando historias y leyendo cuentos fantásticos que le transportaran a aventuras fuera de sí, lo que alimentaba sus constantes anhelos de viajar.

Marion se presentaba ocasionalmente, únicamente por ocio, y conversaba con personas cuyos malestares eran mucho más complejos como forma de matar el tiempo. También mostraba algo de interés en el tema de la psiquiatría, pues últimamente había venido sufriendo de prolongadas crisis existenciales, imperceptibles para Caroline, pero que de todas formas alcanzaba a afectar de un modo u otro su estado anímico.


<<Lunes, 3 de Octubre, 1995

Es casi media noche y no puedo conciliar el sueño, tal vez sea por el mes, nunca me gustó octubre, hay algo feo en ésta época del año.

Desde hace dos noches vengo escuchando un bebé llorar, a pesar que esta institución no cuenta con una sección de pediatría, no le he comentado a nadie. Marion ahora se cree psicoanalista, desde que ha estado leyendo acerca del tema, me dice que lo que escucho es una proyección del deseo de tener un hijo, el cual me fue arrebatado, y según los traumas que esto generó, podría estar ocurriendo esto; hasta cierto punto puede que tenga razón, pero ¿desde qué se fundamenta para dictaminarme? Ja! Me causa una gracia infinita que mi pseudopersonalidad tenga el descaro de analizarme, sabiendo que ella, muy seguramente, sea el ejemplo más notorio de mis desvaríos, cosa que he tenido oportunidad de decirle pero que ignora y continúa en su rol de analista, aunque creo que lo hace, más que todo, para matar el tedio de la inactividad.

También he tenido varios sueños algo perturbadores, en uno de ellos me encontraba tras un biombo traslúcido y muchas personas se acercaban del otro lado, más sus ojos parecían linternas de colores fosforescentes y mientras más aguzaba la vista, más linternas aparecían del otro lado y cuando el biombo estuvo totalmente iluminado desperté algo agitada en mi habitación, pero había algo que no era del todo normal, todo se veía más gris y apagado. Salí de mi habitación y el reloj del pasillo se había detenido al marcar las 3, no sé por qué pero sentí una necesidad casi vital de pasar por donde se encontraba el cuarto donde residía Jorge, fue entonces cuando le vi, en el suelo boca arriba con fluidos, espumosos, blancuzcos, brotando de sus orificios nasales. En su agonía apuntó su dedo hacia la pared que tenía en frente, donde divisé una imagen de un ser antropomorfo, pero sus órganos sensoriales se hallaban externos a sí y se conectaban con el cuerpo a través de pesados grilletes y cadenas. Tal vez era la concepción que su experiencia con Natasia le había hecho desarrollar… o, al menos, así lo inferí.

Después de ver detenidamente esta escena, volví a despertar. Esta vez sí me aseguré que estuviera del todo despierta y que mi realidad no se tergiversaría, hasta me atreví a preguntarle a un buitre qué día y hora eran, más el me vio con un gesto de extrañeza, algo jocoso, desde mi perspectiva, sin embargo me respondió acertadamente.

Maldita sea, allí está de nuevo ese mocoso llorando, cada vez se escucha más cerca, anoche estaba a 6 puertas, donde se encuentra la habitación de Elissa, ahora, según calculo, debe estar en el cuarto donde murió Jorge.

He tenido en la mente a David, bueno, más de lo usual. Me pregunto si estará bien… si me habrá olvidado o… ¿superado? Esta última idea me carcome, me desespera y me lleva a un punto de desequilibrio donde no me hallo, pues me fastidia el hecho mismo de existir, el pensamiento se torna una carga tan pesada que anhelo el descanso eterno para poder evitar los procesos mentales que me conducen a maquinar los mismos.

En cuanto a Natasia, las últimas semanas nos hemos podido comunicar ya más fluidamente. Me ha hecho saber con respecto a temas bastante avanzados en cuanto a la percepción y el conocimiento.

Según lo que le he entendido, para ella, el mundo real (exterior a sí) es percibido por obra y gracia de nuestros sentidos, más al tener la privación de los mismos no se puede descartar la teoría de que el mundo, tal y como lo percibimos, es algo netamente interno, puesto que el cerebro asigna ciertas características a los objetos con los que interactuamos, es por esto que lo que suponemos percibir es, realmente, lo que nuestra mente interpreta de los estímulos que recibimos, por lo que no vemos el mundo como es en realidad sino como la interpretación de los sentidos nos lo muestra.

Hemos sostenido una larga discusión sobre este tema y me ha resultado muy edificante.

También me ha comentado que en las noches, cuando ya todo está en calma, viene un ente a visitarle, le ha permitido tocar su rostro. Es un muchacho algo corto de estatura, muy bien parecido, de pómulos finos y mentón perfecto, con grandes ojos y cejas pobladas, de cabello lacio, suave y largo, con una nariz respingada y una cicatriz en la frente. He intentado identificar quién es, pero no he visto a nadie parecido en este sitio. ¿Tal vez sea un buitre?

Me dice que es muy noble y cariñoso con ella, que le abraza y se recuesta en su regazo para que le acaricie, también le ha besado una única vez. Su beso, sabor a chocolate, fue el primero que ella ha probado en su vida.

¡Maldito chiquillo, se ha parado a llorar frente a mi puerta! No sé qué tanto pueda soportar esto, intentaré dormir para no escucharle.

Pero antes de esto, aunque me alegra que Natasia esté viendo a alguien, me preocupa un poco que pueda resultar herida pues veo que ha empezado a tomarle un gran aprecio a esta persona, lo he visto en sus ojos, aunque inservibles para su función natural, destellan un brillo inusual entre su tono gris verdoso cuando habla de él.


¡Finalmente se ha callado! Me dormiré antes de que empiece a llorar de nuevo.>>

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