III
<<Miércoles, 13 de Septiembre, 1995
Elissa hasta ahora se ha enterado de la
muerte de Jorge un paciente con un autismo severo que falleció hacía algunos
meses.
La estadía en este hospital, ya más
profundamente, me ha hecho reflexionar acerca de temas filosóficos inconexos
que me han hecho crecer bastante. Entre estos encuentro el caso de la “hermana”
de Jorge, Natasia.
El caso de Natasia es bastante complejo,
es una mujer de unos 24 años, aproximadamente, quien nació sin los sentidos del
habla, la escucha ni la vista, lo que le dificulta en extremo la comunicación
con otras personas y el aprendizaje de nuevas cosas.
Tan grandes son las limitaciones que esta
mujer experimenta, que a la edad que tiene actualmente, sólo ha aprendido lo
que un niño de 7 años sabría, lo que causa una gran impresión sobre la
condición de un ser humano, y sobre todo el desamparo al que fue sometida desde
sus primeros días.
Natasia nació en un hospital del norte. Su
padre murió antes de su nacimiento y su madre la abandonó en un hospital
psiquiátrico, aconsejada por varios médicos quienes le infundieron una idea
sumamente exagerada a cerca de lo que podría ser la crianza de un ser en tal condición.
Desde entonces no ha tenido hogar y ha venido siendo trasladada a centros que
se puedan ocupar de su instrucción, pero debido a la falta de responsabilidad
por parte de su madre, ha sido rechazada en muchas instituciones.
A veces me gustaría poder enseñarle a
escribir para que pudiese exteriorizar todo lo que ha pasado a través de su
vida, de tan sólo imaginar qué clase de pensamientos puedan atravesar la mente
de una persona así, me genera escalofríos.
…
El doctor Woodcock me ha avisado hoy que
David ha llamado, anunció que vendrá a visitarme mañana, ¡tengo tantas ganas de
verle! Pero últimamente el insomnio no me deja pasar tranquilas noches.
Desearía poder dormir lo que queda de la
noche para que al despertar le viese y pudiese abrazarle y besarle.
¡Cuánta falta me has hecho!
Los días han pasado largos y etéreos a mi
percepción. No me siento distinta a como me encontraba en casa. Bueno, sí, la
única diferencia es que aquí estoy encerrada sin poder salir. Los medicamentos que
me han dado según el diagnóstico con el que concluyeron, sólo me atontan y
reducen mis capacidades casi hasta el atrofio aunque “padezco” intervalos de
lucidez en los que aprovecho para escribir, como en este instante o para
socializar fraternalmente con Elissa.
…¡Oh, Elissa!
Es increíble cómo en mi vida diaria
interactuaba con personas comunes, algo mediocres, que no tenían mayor
pensamiento aparte de lo impuesto por los medios y la cultura basura de las
comidas rápidas. Ahora que tengo la oportunidad de conversar con Elissa empiezo
a preguntarme si ella en realidad sufre de algún trastorno, pues cuando
hablamos su comportamiento es totalmente normal, dentro de los parámetros
sociales. Sin embargo, muchas de sus ideas, las cuales algunas son algo descabelladas,
me han impactado profundamente, su educación, a pesar de que es algo corta, ha
sido bien aprovechada, le gusta mucho la lectura y conoce sobre temas
trascendentales como filosofía, música y literatura universal. Es bastante
audaz e ingeniosa, me gustaría parecerme un poco a ella en algunos aspectos,
porque, como todo ser humano, también posee defectos, a veces es algo
imprudente y no mide algunas de sus acciones que puedan tener consecuencias
graves.
Varias veces se ha metido en problemas
debido a esto y los castigos han sido severos.
Ya son las 8… pronto apagarán las luces y
voy sintiendo el llamado a los brazos de Morfeo, intentaré dormir lo más
posible, pues hacía mucho tiempo no esperaba el mañana con tanta
ansiedad.>>
Esa noche, Caroline buscó el descanso,
pero al no poder hallarlo, estuvo silenciosa en la penumbra maquinando
pensamientos impuros con respecto a su situación y con respecto a David. Ella
le amaba, pero había algo en su inconsciente, tal vez en su contraparte, que
continuamente le cuestionaba su actuar, pues los hechos que habían ocurrido,
hasta ese instante, eran “pruebas” inéditas de que su amor no era
correspondido, más, inevitablemente, Ka, continuaba engañándose a sí misma a
cerca de esta condición lo que le cargaba emocionalmente y la incertidumbre de
los sucesos que acontecerían al día siguiente empezaron a carcomer su alma.
Estuvo en vigilia hasta entradas las horas
de la madrugada, cambiándose de posición con el fin de poder divisar la luna,
en cuarto menguante, que se colaba por la pequeñísima, y única, ventana de su
sitio de reposo.
Su cuerpo reflejaba la luz de la luna,
desnuda se posó bajo los rayos caucásicos que iluminaban su melancólica
existencia. Cuando finalmente sintió deseos de dormir, se vistió nuevamente y
tendió su humanidad acechada por ideas que revoloteaban por doquier en los
sinfines de la habitación.
A la mañana siguiente, seres lujuriosos le
despertaron bruscamente; babeantes, observaban con deseo su ser, a lo que ella
respondía con la más fría mirada de desprecio.
Tomó una ducha congelada, lo que le
espabiló inmediatamente, pues el agua le hacía tiritar por su glacial
temperatura. Entumecida, se dirigió al comedor, donde les sirvieron huevos mal
cocidos y chocolate en agua, lo que devoró con bestial apetito.
Se hallaba, más que impaciente, distante,
pues no sabía a ciencia cierta a qué horas el altavoz anunciaría la llegada de
tan esperado ser. Mientras tanto, Elissa le acompañaba, le relataba por
quinceava vez la historia de cuando estuvo de vacaciones en Indonesia. Caroline
era bastante tímida como para pedirle que se detuviese, pues finalmente no
tenía nada más que hacer, aunque se supiera de memoria la historia que su
interlocutora repetía en ocasiones de ocio extremo. Algunas veces inventaba
variaciones de este relato, con trazos de fantasía perceptibles a simple vista,
lo que dejaba por sentado la añoranza de realizar viajes, los cuales resultaban
imposibles de llevar a cabo mientras estuviese aprisionada en tan desdichado
recinto.
Fue el almuerzo y todavía no se había
anunciado la llegada de David; entre más tiempo pasaba, más prestaba atención a
lo que Marion le susurraba maléficamente al oído.
Al atardecer, sus esperanzas continuaban
en pie, algo debilitadas por la larga espera que le habían hecho pasar, pero
creía, o intentaba creer, con toda seguridad, que él vendría a verle. Estuvo
sola en el césped del claustro, recostada, observando las nubes pasar,
divisando formas inherentes y fantaseando sobre su futuro incierto.
Acompañó a Natasia, como lo hacía ciertos
días a la semana, intentando enseñarle diferentes conceptos, pero le resultaba
bastante engorroso, pues su percepción era totalmente distinta que la de un ser
humano en todas sus facultades.
El ocaso se hacía cada vez más próximo y
hasta el momento no se habían dado señales de David, Caroline se dirigía
disgustada y cabizbaja hacia su habitación donde entrañaría sus peores
pensamientos y como si hubiesen adivinado sus intenciones, de pronto el altavoz
hizo su llamado: aquél que había estado esperando.
*Caroline, tienes visita*
Su corazón sintió un gran alivio. – Como
siempre llegando tarde. Pensó en tono agridulce.
Al llegar a la recepción vió al Dr.
Woodcock hablando con David. Su aspecto era infausto. Las ropas que traía
estaban sucias y rotas, su cara se encontraba mucho más delgada que de
costumbre y la sonrisa que emergió de sí al ver a Ka era dolorosa.
Caroline corrió y le abrazó fuertemente. –
¿Dónde habías estado?
- Trabajando, este hospital me resulta bastante
caro, y tú lo sabes. Pero, ¿cómo has estado, cómo te sientes?, Preguntó
mientras su voz se tambaleaba.
- Bien… Me has hecho mucha falta. No te
imaginas lo que he pasado aquí, ¡ven! Te contaré todo.
- La verdad es que no puedo demorar
demasiado, mi segundo trabajo me espera y no estoy nada cerca de allí.
Caroline soltó un suspiro profundo
mientras David no apartaba la mirada de ella.
- ¿Sabes? He estado pasando las noches
libres en el cuarto de Alexander.
- ¿Acaso? ¿Qué ocurre allí?, Preguntó
Marion disgustada.
- Nada, sólo… me dejo llevar por
pensamientos y cuando me doy cuenta, me encuentro recostado al lado de su cuna.
- ¡Deja de ser tan infantil! ¡Él ya no
está y nunca volverá! Gritó de repente.
David agachó su cabeza y gimió levemente,
intentando no dejar escapar las lágrimas que le acompañaban desde hacía muchas
semanas.
- Me voy. Dijo de súbito, a lo que Marion
respondió altiva:
- ¡Eso! ¡Lárgate y déjanos tiradas como
siempre haces! Esta chiquilla no hace más que pensar en ti, me tiene hastiada
con su melosería empalagante, cuando de ti se trata. Lo mejor sería que dejases
de alimentar esa ilusión que ella ha construido de lo que sólo son mentiras
enmarañadas con las que intenta tapar tu egoísmo.
- ¿¡Dejarlas tiradas!? ¿Acaso comprendes
lo que me estás diciendo? Trabajo día y noche para pagarte este maldito antro y
¿es así como me respondes? No digas cosas que de las que te puedas arrepentir.
Dijo ya bastante sulfurado.
- ¡No te olvides que cuando más te
necesitábamos estabas pudriéndote en las drogas! Les amabas más que a nosotras,
y sólo fuimos un reemplazo mientras estuvimos cargando con tu vástago.
De repente sonó un golpe seco.
David había abofeteado a Marion y su
rostro empezaba a enrojecerse por la severidad del golpe. Su mirada iracunda le
penetraba, mientras que ella continuaba con su rostro girado.
- Perdóname. Dijo Ka, finalmente. Todavía
siente mucho rencor hacia ti, pero sólo he de culparme a mí misma por dejarme
convencer de sus bífidos comentarios. Hasta algún punto han de tener razón, ¿no
crees?
Hubo un corto silencio.
- Procura no meterte en problemas. Habiendo
dicho esto dio media vuelta y se marchó de allí.
Marion, iracunda, se dirigió a la
habitación. Gritaba y gemía con desesperación, mientras Caroline, internamente,
buscaba la calma del enardecido ser.
La gran rabieta le desgastó en
sobremanera, cayendo inconsciente tras un largo período de alaridos y
contorsiones indecibles.
Al despertar, Marion escuchó la voz de
Caroline que le decía – Ahora sí pareces una puta loca, finalmente el lugar te
ha afectado.
Todavía estaba oscuro, era de madrugada.
David se despertaba en su caseta,
últimamente había podido dormir, pues su insomnio desaparecía tras un largo
período de estupefacción y sosiego generado por la heroína. A pesar de su
pesado dormitar, entre sueños le surgían visiones atormentadoras, veía a su
hijo a su lado, y a su mujer del otro.
Se reacomodó para estirarse mientras
removía de encima de sí las gruesas cobijas que le cubrían con un cálido
abrazo. El sol empezaba a colorear el horizonte con tonos violeta y naranja.
Tocaron a su puerta suavemente.
Era Phil, quien le hacía señas para irse
de allí con prontitud.
David se incorporó y organizó la caseta de
forma rápida, mientras Phil prendía un cigarro en señal de espera.
- Estás vuelto mierda. Dijo Phil de
repente. Indicando con sus dedos la flaqueza de rostro y la notoria pérdida de
masa en todo su cuerpo. – Debes recuperarte pronto o terminarás muriendo de
pena moral.
David se detuvo de lo que estaba haciendo
momentáneamente y sin voltear a mirarle respondió – Justamente eso es lo que
más temo. Habiendo dicho esto reanudó su labor y antes de que Phil pudiese
acabar su cigarro, ya había cerrado la caseta con llave y se disponía a tomar
rumbo hacia su casa, en la cual ya no encontraba un hogar, sino un recinto, una
prisión para su ser.
Ya los primeros rayos de sol tocaban las
copas de los árboles más altos. Phil continuaba fumando un cigarro tras otro,
como si se encontrara desesperado por ver el paquete vacío, mientras David
andaba a paso firme con la mirada en el suelo, recorriendo pasadizos internos en
busca de las respuestas que dieran fin a su melancolía.
Al llegar a la casa de David, Phil se
despidió amablemente y antes de retirarse le advirtió – Todo este asunto te
tiene mal, y me parece que como lo estás enfrentando es bastante errado. Pero,
¿Quién soy yo para juzgar? En fin, si necesitas hablar con alguien no dudes en
acudir a mí.
David asintió y acto seguido se sumergió
en su prisión; instintivamente regresó a la habitación de Alexander.
No había comido nada desde el almuerzo del
día anterior. Sus venas ansiaban el líquido profano que lo llevaría a viajes
lejanos, fantasiosos e irreales.
Hacía poco había comprado una silla
mecedora, en la que se sentaba a observar la cuna vacía y las pinturas en las
paredes, tan llenas de recuerdos y sentimientos que su corazón agobiado
intentaba contener.
Se irguió en un arrebato de conciencia y
se dirigió hacia la salida de la casa, pero antes de alcanzar la puerta escuchó
sollozos provenientes del cuarto de Ka.
- ¡Vamos, deja de jugarme malas pasadas!
Ya tengo suficiente con todo lo que está sucediendo. Pensó, pero al escuchar
nuevamente el llanto, ahora más nítido, se dirigió expectante a esta
habitación.
Al llegar allí observó un pequeño bulto
sobre la cama.
Cayó de rodillas y quebrantado gimió –
¿Por qué juegas conmigo? Estoy consciente que allí no hay nada, pero aun así
logro escuchar un pequeño niño llorar y veo este lastimero manojo de cobijas.
¡Maldita seas, DETENTE!
Huyó de allí sin siquiera cerrar la puerta
de la casa tras de sí.
Se encontraba aturdido, caminaba con poco
equilibrio, tambaleándose. Chocaba con los demás transeúntes que por allí
pasaban, quienes le empujaban o simplemente giraban su cabeza y le dirigían una
mirada fugaz aunque llena de odio.
En sus andares notó cómo el cielo se
oscurecía a causa de nubes opulentas de agua evaporada que pronto sería
arrojada a la superficie de la tierra.
Al llegar a un semáforo tuvo que apoyarse
en un poste para no caer al suelo. Las personas ya ni le determinaban, y el
semáforo con sus luces burlonas mostraban un hombre en rojo, apagado y
sangrante. En un instante observó cómo las farolas sangraban, emanaba una
sustancia viscosa y maloliente, la cual era lavada por las gotas que recién
anunciaban un aguacero.
Al cambiar de señal y pasar a una persona
en verde, todo se esclareció. Atravesó la calle y se dirigió a un callejón
oscuro donde se tendió sobre papel periódico. Sus ropas harapientas hacían
juego con el escenario en el cual era pasado por pordiosero.
De pronto empezó a llover más duro. Las
gotas golpeaban con gran ímpetu toda superficie sobre la que caían. David,
entre el papel vio cómo más adentro del callejón se acrecentaban charcos de
forma caudalosa y violenta, pues entre mayor era la superficie del charco, más
gotas caían dentro de él.
Estuvo entonces bajo la lluvia, ya
totalmente lavado, divisando el charco que ya casi le alcanzaba, pues había
inundado aquél callejón. Observó entonces un destello azul en el medio del
charco lo que le causó gran impresión. Pensó que había sido el reflejo de un
trueno, aguzó el oído pero no pudo percibir el estallido del mismo contra la
tierra, al divisar aquél destello por segunda vez, más pronunciadamente, se
acercó hacia el charco, el cual aumentaba su profundidad a medida que se
adentraba en él. Al estar en la mitad del callejón se vio cubierto por el agua
hasta más arriba de las rodillas. Indeciso se detuvo un instante, más su
curiosidad era mayor y la intriga palpitaba cada vez más fuerte.
Continuó adentrándose y casi llegando al
final, donde el agua le llegaba al cuello, pudo notar un enorme hueco que daba
desde donde se encontraba hasta la pared donde acababa el callejón. Se sumergió
totalmente e intentó divisar el fondo de este profundo manantial escondido
entre los muros de una ciudad ruinosa y acelerada.
Al no poder encontrar el fondo decidió
subir a la superficie una vez más. Tomó una bocanada de aire y notó que debajo
de sí, desde la profundidad emergía una luz, tenue pero nítida.
Decidido, se zambulló una vez más y empezó
su descenso, después de pasar la capa de asfalto, la cavidad se ensanchaba,
pero sin poder divisar un fondo, continuó nadando hacia la luz que a cada
brazada se tornaba más clara.
Hacía rato había pasado el punto de no
retorno, aquél en el que todavía es posible regresar a la superficie, el aire
se escapaba de sus pulmones y su agotamiento indicaba un final próximo, pero se
encontraba ahora más cerca que nunca de la luz. Un sentimiento acogedor que le
irradiaba esta luz le permitía continuar descendiendo.
Faltando poco para poder alcanzar el punto
de donde emergía dicha luz sintió el último ápice de aire escapar de sí.
- Finalmente, he muerto. Pensó con
sosiego, guarecido por la calma que le proporcionaba la cercanía de dicha luz.
Sentía como el líquido neutro llenaba sus
pulmones lentamente, mientras flotaba inerte, esperando que su sistema dejase
de funcionar.
Cerró sus ojos por última vez. Más sintió
la necesidad con afán inherente de volver en sí.
Al abrir los ojos se encontraba nuevamente
sentado en la silla mecedora, en el cuarto de Alexander.
El sol se encontraba cercano al ocaso y en
su mano derecha sostenía todavía la jeringa con la que había inyectado el
analgésico opioide.
Se alistó nuevamente y sin probar bocado
salió de su casa hacia la caseta donde empezaría nuevamente este ciclo
repetitivo, tambaleante entre la realidad y los macabros espejismos que se
irían revelando a medida que incurriera más en este hábito.
Pasaron algunas semanas sin mayor
acontecimiento, Caroline continuaba su rutina usual en el hospital. Había
acrecentado la compañía que brindaba a Natasia, a quien ya le reconocía y le
había dado la confianza suficiente como para llegar a congeniar en algunos
asuntos, sin embargo, la comunicación era, de todas formas, bastante
complicada.
Elissa seguía inventando historias y
leyendo cuentos fantásticos que le transportaran a aventuras fuera de sí, lo
que alimentaba sus constantes anhelos de viajar.
Marion se presentaba ocasionalmente,
únicamente por ocio, y conversaba con personas cuyos malestares eran mucho más
complejos como forma de matar el tiempo. También mostraba algo de interés en el
tema de la psiquiatría, pues últimamente había venido sufriendo de prolongadas
crisis existenciales, imperceptibles para Caroline, pero que de todas formas
alcanzaba a afectar de un modo u otro su estado anímico.
<<Lunes, 3 de Octubre, 1995
Es casi media noche y no puedo conciliar
el sueño, tal vez sea por el mes, nunca me gustó octubre, hay algo feo en ésta
época del año.
Desde hace dos noches vengo escuchando un
bebé llorar, a pesar que esta institución no cuenta con una sección de pediatría,
no le he comentado a nadie. Marion ahora se cree psicoanalista, desde que ha
estado leyendo acerca del tema, me dice que lo que escucho es una proyección
del deseo de tener un hijo, el cual me fue arrebatado, y según los traumas que
esto generó, podría estar ocurriendo esto; hasta cierto punto puede que tenga
razón, pero ¿desde qué se fundamenta para dictaminarme? Ja! Me causa una gracia
infinita que mi pseudopersonalidad tenga el descaro de analizarme, sabiendo que
ella, muy seguramente, sea el ejemplo más notorio de mis desvaríos, cosa que he
tenido oportunidad de decirle pero que ignora y continúa en su rol de analista,
aunque creo que lo hace, más que todo, para matar el tedio de la inactividad.
También he tenido varios sueños algo
perturbadores, en uno de ellos me encontraba tras un biombo traslúcido y muchas
personas se acercaban del otro lado, más sus ojos parecían linternas de colores
fosforescentes y mientras más aguzaba la vista, más linternas aparecían del
otro lado y cuando el biombo estuvo totalmente iluminado desperté algo agitada
en mi habitación, pero había algo que no era del todo normal, todo se veía más
gris y apagado. Salí de mi habitación y el reloj del pasillo se había detenido
al marcar las 3, no sé por qué pero sentí una necesidad casi vital de pasar por
donde se encontraba el cuarto donde residía Jorge, fue entonces cuando le vi,
en el suelo boca arriba con fluidos, espumosos, blancuzcos, brotando de sus
orificios nasales. En su agonía apuntó su dedo hacia la pared que tenía en
frente, donde divisé una imagen de un ser antropomorfo, pero sus órganos
sensoriales se hallaban externos a sí y se conectaban con el cuerpo a través de
pesados grilletes y cadenas. Tal vez era la concepción que su experiencia con
Natasia le había hecho desarrollar… o, al menos, así lo inferí.
Después de ver detenidamente esta escena,
volví a despertar. Esta vez sí me aseguré que estuviera del todo despierta y que
mi realidad no se tergiversaría, hasta me atreví a preguntarle a un buitre qué
día y hora eran, más el me vio con un gesto de extrañeza, algo jocoso, desde mi
perspectiva, sin embargo me respondió acertadamente.
Maldita sea, allí está de nuevo ese mocoso
llorando, cada vez se escucha más cerca, anoche estaba a 6 puertas, donde se
encuentra la habitación de Elissa, ahora, según calculo, debe estar en el
cuarto donde murió Jorge.
He tenido en la mente a David, bueno, más
de lo usual. Me pregunto si estará bien… si me habrá olvidado o… ¿superado?
Esta última idea me carcome, me desespera y me lleva a un punto de
desequilibrio donde no me hallo, pues me fastidia el hecho mismo de existir, el
pensamiento se torna una carga tan pesada que anhelo el descanso eterno para
poder evitar los procesos mentales que me conducen a maquinar los mismos.
En cuanto a Natasia, las últimas semanas
nos hemos podido comunicar ya más fluidamente. Me ha hecho saber con respecto a
temas bastante avanzados en cuanto a la percepción y el conocimiento.
Según lo que le he entendido, para ella,
el mundo real (exterior a sí) es percibido por obra y gracia de nuestros
sentidos, más al tener la privación de los mismos no se puede descartar la
teoría de que el mundo, tal y como lo percibimos, es algo netamente interno,
puesto que el cerebro asigna ciertas características a los objetos con los que
interactuamos, es por esto que lo que suponemos percibir es, realmente, lo que
nuestra mente interpreta de los estímulos que recibimos, por lo que no vemos el
mundo como es en realidad sino como la interpretación de los sentidos nos lo
muestra.
Hemos sostenido una larga discusión sobre
este tema y me ha resultado muy edificante.
También me ha comentado que en las noches,
cuando ya todo está en calma, viene un ente a visitarle, le ha permitido tocar
su rostro. Es un muchacho algo corto de estatura, muy bien parecido, de pómulos
finos y mentón perfecto, con grandes ojos y cejas pobladas, de cabello lacio,
suave y largo, con una nariz respingada y una cicatriz en la frente. He
intentado identificar quién es, pero no he visto a nadie parecido en este
sitio. ¿Tal vez sea un buitre?
Me dice que es muy noble y cariñoso con
ella, que le abraza y se recuesta en su regazo para que le acaricie, también le
ha besado una única vez. Su beso, sabor a chocolate, fue el primero que ella ha
probado en su vida.
¡Maldito chiquillo, se ha parado a llorar
frente a mi puerta! No sé qué tanto pueda soportar esto, intentaré dormir para
no escucharle.
Pero antes de esto, aunque me alegra que
Natasia esté viendo a alguien, me preocupa un poco que pueda resultar herida
pues veo que ha empezado a tomarle un gran aprecio a esta persona, lo he visto
en sus ojos, aunque inservibles para su función natural, destellan un brillo
inusual entre su tono gris verdoso cuando habla de él.
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